Pensamiento latinoamericano en Medellín

De izquierda a derecha: Anibal Gaviria alcalde de Medellín, Lucía Topolansky senadora de Uruguay y esposa de Mujica, José Pepe Mujica expresidente de Uruguay, Pablo Gentili secretario general de CLACSO.

Por Juan F. Ospina

Terminó hace ocho días la VII conferencia CLACSO. Con más de 30 mil personas inscritas y 14 mil asistentes confirmados, se convirtió en el encuentro más taquillero del pensamiento latinoamericano en los últimos años. Personas de distintas ciudades colombianas y de varios países de iberoamérica se apretujaron en filas afuera de Plaza Mayor, centro de convenciones de Medellín, para presenciar las conferencias de dos de las figuras protagónicas de la política suramericana en la historia reciente: Luiz Ignacio Lula da Silva, expresidente de Brasil y José “Pepe” Mujica, expresidente de Uruguay. 

Según el secretario general de CLACSO, Pablo Gentili, cerca del 80% de los asistentes fueron “chicas y chicos menores de 25 años”.

¿El pensamiento americano ganando terreno en los centros de poder capitalista?

Nota de contexto: Plaza Mayor es el centro de negocios más importante de Medellín. Colombia Moda, por citar solo un caso de los 60 eventos que se realizan anualmente allí, posibilitó negocios por alrededor de 250 millones de dólares en 2014 y atrajo a más de 64 mil visitantes en tres días. 

Tal vez por esta razón un amigo calificó de espectáculo para esnobs el evento de CLACSO, lo que supone además que la mayoría de asistentes estuvo apenas para posar en la foto, que nunca tomaron la palabra ni plantaron posiciones críticas, y que Medellín (entiéndase la capital del empresariado antioqueño) acogió y apoyó el evento con el fin de siempre: posicionar su marca de ciudad transformadora y abierta al mundo. No obstante estar cerrada hacia dentro para miles de sus habitantes. 

Según Juan Carlos Monedero, ideólogo de PODEMOS en España, “el problema de los gobiernos de izquierda es que necesitan a las masas, pero las masas se han educado en el capitalismo”, viven al interior del capitalismo. El punto quedó claro durante las conferencias, donde muchos de los asistentes, vestidos de marca, se tomaron selfies con sus iphone y mecanografiaron  a lo mejor síntesis como ésta en sus macboock.  

¿Queda deslegitimado así el discurso contrahegemónico arengado casi en Plaza Mayor, a causa de haberse dicho en el contexto de la infraestructura y tecnologías capitalistas?

El que sigue es un resumen de la discusión:

Transformaciones democráticas

La pregunta toma sentido si consideramos la capacidad de penetración del libre mercado en la cotidianidad de las personas. La construcción de tejido social y político desde abajo, desde las zonas de exclusión, debe actuar por obligación en los escenarios propios del capitalismo, esplendoroso en los suburbios ricos, pero miserable en las periferias, en el hogar de millones de seres humanos. 

A este aspecto se refirió también Monedero en su acostumbrado estilo de arenga, señalando algunos de los errores que ha cometido la izquierda en la historia. El dogmatismo, la idea de partido único y el exceso de teorización han ocasionado “derrotas muy hermosas, pero que no sirven para cambiar la realidad de los pueblos”.

 

Usar los amplificadores del capitalismo para subvertir desde dentro la lógica del capital, ¿a alguien le suena eso? Una de las asistentes, una paisa de cabello tinturado con mechones amarillos, se puso de pie en un panel de educación y dijo: yo soy una consumidora, porqué negarlo, y estoy aquí para consumir el conocimiento que ustedes traen. 

¿En qué sentido lo dijo? Porque no es lo mismo comprar zapatos, carros, chorizos, que comprar libros o ir a un concierto ¿o sí? Lo que acaso puso de manifiesto esta mujer fue el borde, el campo donde debe librarse el diálogo ideológico en el siglo XXI.

No obstante, el mensaje de los líderes de la izquierda fue claro: para hacer frente a los retos de este siglo es preciso crear un ser supranacional que integre toda la región. Llaman a los gobierno de todas las tendencias, sin discriminación, a defender el territorio a través de un ser continental con dirección política sin injerencia extranjera.

El sueño bolivariano de integración es ahora menos un sueño que un hecho perentorio, dice Pepe Mujica. De no integrarnos, las  potencias más allá del Pacífico y el Atlántico aplastarán por cinco siglos más, si es que la humanidad aguanta al menos otro, la dignidad de los pueblos americanos y del mundo.

El potencial en recursos naturales que posee la región, codiciado por las multinacionales de los países ricos, tiene que ser otro motivo. La integración tendría como principal frente de trabajo el reconocimiento de los Derechos de la Naturaleza y de la Pacha Mama en todo el continente, tal como ya lo declararon Ecuador y Bolivia en sus constituciones, con el fin de que los pueblos legitimen políticamente su defensa. Con el fin de contrarrestar la actuación de las multinacionales mineras, de la ganadería expansiva, de los monocultivos venenosos, de la extracción indiscriminada de los recursos naturales.

Al decir de Gustavo Petro, alcalde de Bogotá, quien intervino en el evento de inauguración, “no es posible la justicia social sin la justicia ambiental”.

Bogotá durante el gobierno de Petro hizo avances importantes en dicha materia. Vi un periódico (aquí) que hablaba de todo lo que hizo por mitigar el impacto del calentamiento global. De lo más conmovedor es un trabajo con los niños, algunos de ellos irán a Paris en diciembre por motivo de la Cumbre del Clima.

Justicia social

Según Boaventura de Sousa, no hay justicia social con regímenes de gobierno capitalistas, colonialisas y patriarcales. El portugués (un clavel rojo en la solapa del abrigo) señaló en su discurso la necesidad de construir otra versión de los derechos del hombre. La versión actual “no es capaz de comprender que un nevado o un río son sagrados”, no reconoce otras concepciones de humanidad como las de los pueblos amerindios y afroamericanos. 

Es necesario avanzar hacia una declaración profunda de derechos interculturales y colectivos, dice de Sousa, que tenga como eje transversal los derechos a la tierra, al agua y al territorio. Otra clase de derechos fundamentales deben surgir en este siglo.

Para garantizar el cumplimiento de estos derechos, coincidieron los conferencistas, urge emprender otra tarea a escala continental: universalizar la educación y dotarla de una identidad americanista, sin racismos ni hegemonías. 

Los recursos para educar no deben escatimarse. Invertir en educación garantizará que dejemos de ofertar nuestra inteligencia en los mercados internacionales para darle un mejor provecho en nuestros territorios. Debemos generar nuestras propias tecnologías, nuestros propios sistemas de aprovechamiento, nuestras propias concepciones políticas, autónomas.

Esta postura, que resonó a lo largo de la semana en los múltiples talleres, coloquios, paneles y conferencia, es la declaración de principios de las luchas sociales que desde múltiples frentes trabajan por transformar las realidades de inequidad, desigualdad y pobreza del continente.

Proceso de paz

Tuvo que abrirse el pabellón amarillo de Plaza Mayor para albergar a más de 5 mil asistentes que hicieron fila por horas para poder ver y escuchar al Pepe Mujica. Al final no todos entraron. Cientos tuvieron que ver el discurso a través de pantallas afuera del pabellón. La asistencia desbordó las expectativas de CLACSO, tuvieron que improvisar.

Con aplauso cerrado y un coro numeroso recibió el auditorio al viejo. Luego el silencio fue casi religioso. Por alrededor de dos horas las palabras del uruguayo mantuvieron vibrante a la multitud. Fue polémico.

Según Pepe Mujica, el derecho internacional no puede condenar un país a la guerra infinita. La comunidad internacional no puede degollar la soberanía, la autodeterminación de un país. Por eso en Colombia los acuerdos de paz deben hacerse a través de la vía política y no de la justicia penal.  Y fue más allá, diciendo que “el que tenga el coraje de decir la verdad, tal vez debe quedar eximido de responsabilidades penales”. El fin es más grande, trasciende los hombres, es un fin colectivo.

Dijo también que los que se empeñan en mantener la guerra con razones penales, desconociendo las condiciones sociales y políticas de fondo que han alimentado el conflicto colombiano por más de 50 años, son aquellos que luchan del lado del capital. No es la justicia penal la que traerá la paz, sino la justicia social.

Diferenció entre el pacifismo que es aceptación de casi cualquier cosa, y la lucha por la paz que es la de la inteligencia, la que se debate a diario por mantener la democracia para que pueda “florecer la convivencia y la discrepancia”. Argumentó que la paz debe ser un resultado de la participación política de toda la sociedad, por lo que ninguna bandera política puede arrogarse en exclusivo la responsabilidad de conseguirla.

Una posición parecida planteó el juez español Baltazar Garzón, quien habló de la importancia de que todas las capas de la sociedad estén enteradas de lo que ocurre en la Habana a través de una campaña nacional de pedagogía para la paz. Según él, un proceso de paz tiene sentido si se hace desde lo participativo y lo pedagógico.

Aseguró también que la violencia estructural que ha desangrado por tantos años este país, no desaparecerá con la firma del acuerdo. Pero sí proveerá otro escenario para las luchas sociales y políticas. Un escenario en donde la concepción de seguridad democrática: represiva, egoísta (en palabras de Gustavo Petro una seguridad que se mide por la cantidad de muertos), no siga ocultando el concepto real de seguridad vital, la cual se mide en términos de vidas salvadas.

Lo ocurrido en la conferencia de CLACSO fue un decidido espaldarazo al proceso de paz.

Muy bonito todo, pero ¿ahora qué?

Es posible que de todo esto quede apenas como una bonita postal: la foto con el Pepe o con Lula o con tantos otros. Puede que las consecuencias se reduzcan, como lo dicen los críticos del encuentro, a un mero shampoo para  Medellín y a una experiencia esnob para miles de asistentes.

El fin académico del evento deja también una sensación como de cosa vaporosa. ¿Qué sigue? ¿Qué tarea puntual hay por delante? ¿Cómo aprovechar en acciones concretas la masa que se movilizó? ¿Cómo hará la izquierda para no seguir siendo, en palabras de Monedero, un payaso triste, alcoholizado y con pintura vieja regada por la cara?

Varios llamados a la juventud fueron claros: participar en política, dedicar tiempo a la causa social, no traicionar las convicciones y ser felices con poco, al decir de Mujica. Queda a las diferentes organizaciones que hicieron presencia en el evento digerir la información que circuló, compartirla y discutirla en sus comunidades. Con suerte, queda plantear programas de acción. Habrá que confiar en que la experiencia pedagógica de con el tiempo sus frutos.

Termino con la siguiente frase de Monedero (que como mucho de lo suyo, parece un tuit): “contra el pesimismo de la inteligencia, oponer el optimismo de la voluntad”. Si al menos algunas voluntades quedaron conmovidas con la conferencia de CLASCO, si al menos se avivaron algunos optimismos, va mi agradecimiento en esta última línea a las palabras de los viejos pensadores latinoamericanos.