Fotografía de la portada de Cuadro, 1984. |
de Alberto Aguirre
13 de julio de 1984, El Mundo de Medellín.
Reviven tres imágenes del 9 de abril: el cadáver de Juan
Roa Sierra al pie del Palacio de Nariño, la señora del presidente Ospina Pérez
conversando por teléfono, los jefes liberales avanzando en fila india hacia
Palacio.
En su seguro instinto, el pueblo depositó el cadáver del
asesino de Gaitán al pie del Palacio de los presidentes. Cuenta Gabriel
Restrepo (“El bogotazo”, Arturo Alape, pag. 249) que “se impuso la orden de la
multitud de que se dirigieran a Palacio”: “El cadáver del hombre quedó tendido
frente a una de las puertas del Palacio presidencial y solo tenía los restos de
un pantaloncillo azul enrollados en las piernas y la corbata anudada al
cuello”. La muda acusación del pueblo a las oligarquías. No a éste o aquel
sujeto: era una sindicación puesta a las puertas del poder. Un poder que
temblaba cuando esa voz, ahora cegada por las balas del sicario, tronaba por
los aires de Colombia: “¡A la carga! ¡Contra las oligarquías!”.
Dentro del Palacio, aún ese cadáver tibio a sus puertas,
la señora del señor presidente habla con el embajador de los Estados Unidos
(op. Cit., pag. 265): “Les entrego a mi hijo Gonzalo. No a la embajada sino a
su gobierno, para que me respondan por él. Y si las cosas se agravan, les ruego
sacarlo del país para que se reúna en Nueva York con sus hermanos”. Acosadas
por el pueblo, y acusadas, las oligarquías saben que su último escudo de
defensa es el amo yanqui, y que su seguridad final está fuera de la patria.
El pueblo, enardecido en las calles, confuso, sin
dirección, la busca instintivamente (pues una fuerza informe nada puede frente
a cualquier fuerza organizada): rodea entonces a los viejos jefes liberales, a
los que supone del mismo modo enardecidos, y los sigue a Palacio. Pero unas cuadras antes, lo dice el propio
Carlos Lleras Restrepo (Nueva Frontera, 2-8 julio 84): “(Hablé desde unos
balcones) con el objeto de solicitar a la multitud que se serenara y nos dejara
marchar solos a Palacio”. Iban a pactar los puestos: querían estar solos: les
estorbaba el pueblo. Siguió Lleras caminando en asocio con otros próceres, y
cuenta: “En la esquina de Palacio pudimos ver regueros de sangre y cadáveres,
(y) en frente mismo de la puerta del Palacio un hombre agonizaba lanzando
lastimeros quejidos”. Pasaron por encima y pactaron. Horas después salió
Echandía de ministro de gobierno y Lleras Restrepo de jefe del Partido Liberal,
de cuyos mandos había sido arrojado por Gaitán y por las masas. Después
recibiría la presidencia de la república.
Han dicho, y lo repiten, que pactaron para ceñirse
estrictamente a la Constitución y a las Leyes (Ospina Pérez), y “para evitar el
sacrificio de miles de vidas inocentes” (Lleras Restrepo). La tregua fue entre
las oligarquías. No hubo pausa para la matanza popular. Se mata desde antes y
desde entonces y también ese día y también esa semana: son más de 300 mil
muertos por la violencia. Y aún cabalga el jinete desbocado. Y ése que se
erguía mayestático para defender la integridad de la Constitución, la estrujó
pocos meses más tarde: el 9 de noviembre de 1949 cerró el congreso, amordazó la
prensa, amputó la justicia. Escribió don Gabriel Cano el 27 de septiembre de
1958: “(No me explico cómo) esta mano pulcra y vigorosa de Mariano Ospina Pérez
pudo un día firmar los decretos que cerraron el Congreso, que amordazaron la
prensa, que maltrataron la Constitución y las leyes, que desfiguraron hasta
hacerla irreconocible la fisonomía espiritual de la República”.
El pueblo es el que pone los muertos. Y aún hoy, como en
esa neblinosa mañana del 10 de abril de 1948, las oligarquías pactan saltando
por encima de los cadáveres.
18 de julio de 1984, El Mundo de Medellín.
En la telenovela “El bogotazo” (Cadena 1) el papel de
cadáver le tocó a Gaitán: el supermán es Ospina, su cónyuge, la heroína, y el
sabio es Lleras. Y como transfondo, la chusma vil. Así es como reviven nuestra
historia. Son astutas las castas. La historia les sirve para enmascarar sus
responsabilidades: la fabrican a su amaño y la utilizan como burladero. Con
solo esta visión de la cadena, los colombianos quedarán con la idea de que
Gaitán fue una cifra inerte, el pueblo, masa despistada, y los oligarcas,
héroes serenos. La oligarquía comete los asesinatos y los atropellos y las
injusticias (lucrándose), y luego fabrica una historia que le lava las culpas.
La burguesía es como el gato: hace la porquería y en seguida la tapa.
Pero Gaitán no es cadáver. Certera aún su denuncia. Decía
(16 agosto 1934): “De un lado (en este país), grandes masas de proletarios, de
desheredados de la fortuna, liberales y conservadores. Del otro, los
terratenientes, los poseedores exclusivos de la riqueza, que son también
liberales y conservadores. Y como los dirigentes son los que dirigen, y los
dirigentes, sean liberales o conservadores, tienen el control del poder
económico y manejan la gestión del Estado, nos explicamos por qué ayer como hoy
la bala de los fusiles oficiales actúa contra la masa y en defensa de los
intereses de capitalistas y latifundistas, ya se llamen conservadores o
liberales”.
Una bala semejante tenía que acallar esta voz. Para
montar luego una historia maquillada que amortaje su memoria.
Gaitán les resultaba peligroso. Porque a su coraje añadía
su lucidez. Decía (30 julio 1934): “El trabajador es el amo y señor en el
momento de la producción. Sin él nada podría producirse, sin él la riqueza no
podría formarse. Y sin embargo, ese señor del momento de la producción se
convierte en paria, en individuo cuyos intereses no se consultan en el momento
del reparto y menos en el momento de las decisiones”. No era Gaitán un
burócrata al que se puede acomodar con prebendas. Y se los decía (25 septiembre
1947): “No me importan los partidos. Combato al país político, a esa pequeña
casta insensible de los hombres que necesitan embajadas y ministerios y
negocios con el Estado; que comprende
con claridad que la única manera de tener esas influencias, de enriquecerse a
la sombra del gobierno es provocando el odio y la violencia entre colombianos”.
Y certero su diagnóstico. Decía (20 abril 1946): “En
Colombia hay dos países: el país político, que piensa en sus empleos, en su
mecánica y en su poder, y el país nacional, que piensa en su trabajo, en su
salud, en su cultura, desatendidos por ese país político. El país político
tiene rutas distintas del país nacional”.
Un caudillo arraigado en el alma del pueblo. Gaitán no
tenía el halago del poder sino la pasión
de la justicia. Puso a temblar a las oligarquías. En aquella manifestación del
7 de febrero de 1948, cuando más de cien mil personas desfilaron en silencio al
conjuro de su voz, mostró su ascendencia en la masa: la galvanizó. No solo
peligroso: temible.
Dos meses más tarde tres balas cegaron su voz. Y luego la
historia adocenada pretende segar su idea y su presencia. Una oligarquía
bifronte sigue ocupando la escena de la patria: el país político no solo
esquilma al país nacional, sino que le roba la memoria”.
5 comments:
Horrorosamente actual, simplemente genial.
desafortunadamente habitamos un país en el que entre muchas otras cosas, la historia sirve a los oligarcas "para enmascarar sus responsabilidades: la fabrican a su amaño y la utilizan como burladero"
que corrupcion, estamos en la mafia de la contrataciony la primer es la abogadita de maria nelly la de hacienda con un tal don chucho, que parten la marrana de todos los contratos y ese es el mandos de todos, y si no preguntelen a almacenista tambien cuanto le pasan y a la señora berenice que se lleva el 20% eso si deja maria nelly que es la que maneja a todos
con razon se ven amagualados pero el que mas ayuda a estqa mafia es un juridico de medellin, con el de infrestructura que tambien es de medellin, a lo mejor esos son los secuaces del tal chucho, y se cerruchean todo con los del qalmacen, una eliana rave y albert y maria nelli y si no preguntele a ortiz cuanto le pasaron de estos ultimos para sus viajecitos
Que lástima que en este Municipio hayan personas que lo único que quieren es desacreditar a los demás en un afán desmedido de envidia y resentimiento.
Los invito a que en vez de estar haciendo comentarios difamatorios, trabajemos por esta ciudad, porque quienes escriben estos malintencionados comentarios todavía creen que estan en un pueblo, NO SEÑORES, avancemos en el tiempo.
En mi vida pública de 20 años JAMAS he tenido una investigación por corrupción, por lo tanto todo comentario sin fundamento carece de veracidad
JUAN CARLOS CASTAÑO RICO
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