29 sept 2017

Todos hemos muerto un poco con Luciana




 No necesitamos pistolas y bombas para traer la paz, necesitamos amor y compasión.
 Madre Teresa

La violencia, sea cual sea la forma en que se manifiesta, es un fracaso. 
Jean Paul Sartre
 
Por Paola Andrea Sánchez B.
Cuando las manifestaciones más aberrantes de violencia nos tocan a la puerta, experimentamos la desazón, el dolor y la impotencia en todo su sentido. Los últimos acontecimientos locales ponen a la luz de nuestros ojos la necesidad inmediata de proteger no sólo a los más pequeños sino también a todos los habitantes de este territorio, hombres y mujeres que si bien hemos estado cobijados en un pueblo tranquilo, apacible y cálido, no nos escapamos a las laceraciones propias de la guerra, que se sitúan de manera especial en el interior de los individuos.

Las cifras de maltrato contra las mujeres en los últimos años en nuestro país y en el contexto latinoamericano son exorbitantes, los casos que se conocen a través de los medios de comunicación van en aumento, exponiendo detalles sin reserva a los oídos de todos, que revelan patrones comunes, las víctimas no pueden defenderse o alzar su voz para reclamar justicia. Según las cifras de ONU Mujer más de 120 millones de niñas en todo el mundo, es decir, 1 de cada 10 aproximadamente, han sufrido coito forzado, agresiones o violencia sexual en algún momento de su vida.

Las múltiples formas de violencia contra las mujeres tienen diversos matices y colores, y se constituyen en heridas más profundas que nos atraviesan a todas como una marca común, están ahí a veces implícitas otras veces evidentes, unas veces más sonoras otras veces más silenciadas; desintegran el cuerpo a golpes, gritos, rasguños y atraviesan el alma en forma de desamor, discriminación, abandono, rechazo, legitimización de estereotipos de nuestro cuerpo, machismo, acoso…

En sus peores facetas la violencia limita a las mujeres en su capacidad de trabajo, reduce su posibilidad de acceso a mejores y más formas de educación y formación, elimina su bienestar, atenta contra su salud mental y física, las invisibiliza como seres creadores y pensantes, y en el peor de los casos silencia para siempre su voz.

En los últimos siglos las mujeres hemos ganado mucho en la configuración como sujetos políticos en las sociedades de occidente, al mismo tiempo somos la población con más riesgo en ser victimizadas, física, psicológica, sexual e ideológicamente. A nuestro alrededor hay una oferta de consumo de servicios y bienes, los perfumes, los tacones, las cremas , la moda, la alimentación, las arrugas, la flacidez, las cirugías… que mueve billones de pesos al año y que poco devuelve en beneficio de sus mayores clientas. Pero estas violencias que parecen tan propias del mundo contemporáneo se producen de una manera más íntima en la vida de muchas de nosotras. Paralelo a ello, la historia local nos remite a casos puntuales de otras mujeres y niñas, historias aisladas y sepultadas en el tiempo, pero no menos dolorosas, que son la manifestación literal de la violencia física y sexual en nuestro territorio, casos de los que poco se conoce el esclarecimiento de los hechos.

De esa, de aquella y de todas las formas de violencia contra las mujeres todos somos responsables. ¿Qué pasará cuando transcurran los días y nos acostumbremos a la idea de que todos hemos muerto un poco al apagarse la vida de la pequeña Luciana?

¿Dónde están los mecanismos estatales, institucionales, sociales, pedagógicos y culturales que evitarán que muchas otras niñas, niños, mujeres y hombres no sean victimizados en los siguientes días, meses y años?

¿Tenemos una plataforma o un sistema de observación de las formas de violencia que se producen en la cotidianidad de nuestro pueblo? ¿Y un análisis epidemiológico, de las causas y/o consecuencias de dichas violencias que garanticen que estas no se repitan?

La construcción de una sociedad segura, inclusiva y sostenible para todos no es una tarea única del Estado o de las administraciones locales, es una necesidad que se alimenta de todas las esferas, institucionalidad, escuela y familia. Girardota se ha configurado siempre como un territorio de arraigadas tradiciones y valores, hoy todos como ciudadanos estamos llamados a exigir mejores servicios y proyectos orientados a la prevención, apoyo y protección para las sobrevivientes, para las mujeres en general, para la población en especial, y que detengan la violencia, que nos devuelvan la fe en nosotros mismos, y potencien el progreso de una sociedad con mejores condiciones, LEGAL, INCORRUPTIBLE y CONSCIENTE.