No
necesitamos pistolas y bombas para traer la paz, necesitamos amor y compasión.
Madre Teresa
Madre Teresa
La violencia,
sea cual sea la forma en que se manifiesta, es un fracaso.
Por Paola Andrea Sánchez B.
Cuando las manifestaciones más aberrantes de violencia nos
tocan a la puerta, experimentamos la desazón, el dolor y la impotencia en todo
su sentido. Los últimos acontecimientos locales ponen a la luz de nuestros ojos
la necesidad inmediata de proteger no sólo a los más pequeños sino también a
todos los habitantes de este territorio, hombres y mujeres que si bien hemos
estado cobijados en un pueblo tranquilo, apacible y cálido, no nos escapamos a
las laceraciones propias de la guerra, que se sitúan de manera especial en el
interior de los individuos.
Las cifras de maltrato contra las mujeres en los últimos
años en nuestro país y en el contexto latinoamericano son exorbitantes, los
casos que se conocen a través de los medios de comunicación van en aumento, exponiendo detalles sin reserva a los oídos de todos, que revelan patrones
comunes, las víctimas no pueden defenderse o alzar su voz para reclamar justicia.
Según las cifras de ONU Mujer más de 120 millones de niñas en todo el mundo, es
decir, 1 de cada 10 aproximadamente, han sufrido coito forzado, agresiones o
violencia sexual en algún momento de su vida.
Las múltiples formas de violencia contra las mujeres tienen
diversos matices y colores, y se constituyen en heridas más profundas que nos
atraviesan a todas como una marca común, están ahí a veces implícitas otras
veces evidentes, unas veces más sonoras otras veces más silenciadas; desintegran
el cuerpo a golpes, gritos, rasguños y atraviesan el alma en forma de desamor, discriminación,
abandono, rechazo, legitimización de estereotipos de nuestro cuerpo, machismo, acoso…
En sus peores facetas la violencia limita a las mujeres en
su capacidad de trabajo, reduce su posibilidad de acceso a mejores y más formas
de educación y formación, elimina su bienestar, atenta contra su salud mental y
física, las invisibiliza como seres creadores y pensantes, y en el peor de los
casos silencia para siempre su voz.
En los últimos siglos las mujeres hemos ganado mucho en la
configuración como sujetos políticos en las sociedades de occidente, al mismo
tiempo somos la población con más riesgo en ser victimizadas, física,
psicológica, sexual e ideológicamente. A nuestro alrededor hay una oferta de
consumo de servicios y bienes, los perfumes, los tacones, las cremas , la moda,
la alimentación, las arrugas, la flacidez, las cirugías… que mueve billones de
pesos al año y que poco devuelve en beneficio de sus mayores clientas. Pero
estas violencias que parecen tan propias del mundo contemporáneo se producen de
una manera más íntima en la vida de muchas de nosotras. Paralelo a ello, la
historia local nos remite a casos puntuales de otras mujeres y niñas, historias
aisladas y sepultadas en el tiempo, pero no menos dolorosas, que son la
manifestación literal de la violencia física y sexual en nuestro territorio,
casos de los que poco se conoce el esclarecimiento de los hechos.
De esa, de aquella y de todas las formas de violencia contra
las mujeres todos somos responsables. ¿Qué pasará cuando transcurran los días
y nos acostumbremos a la idea de que todos hemos muerto un poco al apagarse la
vida de la pequeña Luciana?
¿Dónde están los mecanismos estatales, institucionales,
sociales, pedagógicos y culturales que evitarán que muchas otras niñas, niños,
mujeres y hombres no sean victimizados en los siguientes días, meses y años?
¿Tenemos una plataforma o un sistema de observación de las
formas de violencia que se producen en la cotidianidad de nuestro pueblo? ¿Y un
análisis epidemiológico, de las causas y/o consecuencias de dichas violencias
que garanticen que estas no se repitan?
La construcción de una sociedad segura, inclusiva y
sostenible para todos no es una tarea única del Estado o de las
administraciones locales, es una necesidad que se alimenta de todas las
esferas, institucionalidad, escuela y familia. Girardota se ha configurado
siempre como un territorio de arraigadas tradiciones y valores, hoy todos como ciudadanos
estamos llamados a exigir mejores servicios y proyectos orientados a la
prevención, apoyo y protección para las sobrevivientes, para las mujeres en
general, para la población en especial, y que detengan la violencia, que nos
devuelvan la fe en nosotros mismos, y potencien el progreso de una sociedad
con mejores condiciones, LEGAL, INCORRUPTIBLE y CONSCIENTE.
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