Mentalidad colonizada

Por Juan Felipe Ospina

“Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde […] ya da por bueno el orden universal”

Nuestra América, José Martí.

  
“¡Nada de independientes!”. Esta perla de la política municipal girardotana, pronunciada por Diego Agudelo en una reunión del partido conservador, podría ser fácilmente una de las consignas que las tropas colonizadoras españolas, en cabeza del general Morillo, usaron contra los indígenas, las negritudes, los criollos y todos los que lucharon por la independencia en el siglo XIX a lo largo del continente americano. Dicha en la actualidad podría sonar inocua, inofensiva, pasada de moda, hasta inocente.

Pero no hay que engañarse. La frase “¡Nada de independientes!” revela la mentalidad colonizada que todavía vive en nuestros gobernantes. Una mentalidad que nos mantiene estancados, que nos ha robado la posibilidad de una real independencia, una mentalidad en la que ser político es en verdad una vergüenza porque reduce la política al servilismo que imponen los partidos, los reyezuelos politiqueros que asignan aquí y allá, por todo el territorio, a sus monigotes útiles.

Ir en contra de la autonomía en un país que todavía está en vías de ganar la suya, que se ha desangrado buscando su independencia, que es víctima de fuerzas que se quieren conservar por cualquier medio en el poder, es una forma mayor de la ignorancia o de la torpeza. A lo mejor de ambas. Es torpe, en pleno 2015, hacer proselitismo en contra de la autonomía y la independencia sin tomar en cuenta la transformación de la conciencia ciudadana, asqueada de que la manipulen. Es ignorante, en pleno 2015, afiliarse a partidos tradicionales históricamente corruptos cuando la tendencia mundial (estamos llenos de ejemplos al respecto) gira hacia los movimientos independientes y progresistas, hacia las colectividades autónomas.

La independencia, dice el diccionario, es una conquista que se logra a través de la entereza y la firmeza de carácter. ¿No son deseables estas cualidades en política? Según Diego Agudelo, no. Se entiende porqué está afiliado al partido conservador.

Un pensamiento así, colonizado, es aquel que está al servicio de intereses privados y foráneos. El político digno, el que de verdad pertenece a su pueblo y a su territorio, debe deslindarse necesariamente de las formas colonizadas del pensamiento y ser independiente. ¿Cómo ser un político no colonizado al interior de un partido en el que hay que endeudarse económica y sobre todo moralmente para llegar al poder? ¿Con qué independencia gobierna aquel que debe a intereses particulares (y en muchos casos siniestros) el capital de su gobierno?

Cuando mentes colonizadas quieren aparecer como innovadoras en el seno de partidos políticos tradicionales, asumiendo una supuesta fuerza creativa, prometiendo un cambio y un nuevo estilo para gobernar, no es una emanación de los intereses del pueblo lo que está en juego allí, sino un encubrimiento de intereses privados, obsesivos, desesperados, que buscan legitimarse a como de lugar: a través de imágenes lavadas, adornadas con dibujitos y colores, con discursos sensibleros, pero que en el fondo representan más de lo mismo.

Da lástima ver que con ese discurso se atraiga a personas desprevenidas, en su mayoría jóvenes, que ponen su fuerza de trabajo al servicio de una causa que se perfila en contra de la independencia. ¿No es el colmo de la paradoja una juventud conservadora?

Otra definición de independencia la nombra como libertad, especialmente la libertad de un estado que no es tributario ni depende de otro. La independencia otorga la libertad de elegir, la libertad de establecer las relaciones más provechosas para los intereses de un pueblo, la libertad de autodefinirse, de no recibir de antemano un programa sino de construirlo con otros ciudadanos independientes que no han entregado su autonomía por tomar las migajas del cacique.

No es inocente la consigna “¡Nada de independientes!”. Es una torpeza histórica. Es antidemocrática. Es reaccionaria. Es una afrenta a la inteligencia. Es una amenaza a la libertad. Es una desafortunada manera de pelar el cobre.