La foto-¿política?

Foto: Estación del Metro en Niquía

Por Corresponsal urbano

Una soleada mañana de 2015 tocaron a la puerta y mi tía todavía con lagañas dijo: “quién será, mire antes de abrir que eso deben de ser los testigos de jehová”, así lo hice y le respondí que no eran ellos, pero sí un grupo repartiendo publicidad, como veintiún personas en cuyas camisas decía dizque “reflexiona”. Mi tía reflexionó, entreabrió la puerta y alguien le dijo: “madrecita, en octubre deme la oportunidad del cambio. Usted no sabe quién soy yo, pero mire, aquí le dejo este volantico donde dice que estudié seis semestres de finanzas en la San Marino”. Dicho esto protagonista y extras siguieron cuadra arriba como una mancha gris. Preciso ahí, al entreabrir la puerta quedó mi tía ponchada en la foto con la batola y sin bañarse. Luego se le olvidó y preguntó: oíste, ¿ese muchacho no es que le hizo en las anteriores elecciones campaña sucia al tal Martín Bustamante? Sí, ese es, pero seguro “eligió el cambio”, como dice en ese papelito que tiene la bandera de Colombia aunque la promoción del doctor sea para la presidencia municipal.  

Y es que para enfrentar la realidad social y política a algunos les bastan las fotos brillantes “untándose” de pueblo. Ungüento que se aplica en caso de alergias al jefe cuando este ve que uno de sus pupilos en el cargo público se está dando otros vientos sin contar con el capitán de la nave. Obedezca, mijo, que “el putas soy yo” no usted, no me escuchó en las fiestas o qué, parece cantarle el jefe.  Entonces el pupilo, de afán, se va “porque la dignidad no se negocia” y sale a las calles con turba de muchachos en mano, de puerta en puerta, a entregar su mejor foto, embadurnada con el barniz de “cambio” que tanto hartazgo genera en los habitantes que, cuatrenio a cuatrenio, testimonian las mismas prácticas turbias en la administración pública. Como quien dice: mire mi foto de niño tierno con personas de la tercera edad, de esta por ejemplo me siento muy orgulloso de ser político, mírela en las redes sociales, es con Mariano Ospina, sí, pariente de aquel bajo cuya presidencia conservadora se asesinó (léase: se anuló toda posibilidad de “cambio”) a J. E. Gaitán, asesinato que fue el gran detonante del conflicto armado en Colombia que ya celebró 50 añitos, bodas de oro entre la inequidad y la muerte, único matrimonio del mismo género que, por demás, aprueba y sigue procuradurando Ordoñez.

Por otra parte, no importa con qué medios ni con qué alianzas, se trata es de llegar al poder, a demostrarle al jefe que sin él también puedo, que aquí hay gente mayorcita que me defiende, que a la salida nos vemos, que ellos también maniobran al mejor estilo tradicional la maquinaria política (eso sí yo haré las cosas a mi estilo, cambio, cambio y fuera), que hay con qué armar las francachelas y comelonas como las de rin rin renacuajo y que me puedo tomar en unos meses más fotos que él en cuatro años. Y si le queda dudas, jefe, mire nada más estos “pilares”, cinco de diez van contra usted, porque es con argumentos,  por eso “a mí nadie me también tampoco ninguno nada  ¿oyó?”:

2. Solo se contratarán personas que habiten en Girardota…

3. Gobernar sin sectarismos políticos (“hay que ser de un partido…”)

4. […] no podemos seguir endeudando irresponsablemente al municipio.

6. Se necesita una administración transparente, honesta y sin corrupción.

7. […] cero derroche, cero clientelismo, cero burocracia, cero gastos innecesarios en publicidad, nada de paseos de funcionarios públicos con la plata de nuestros impuestos.

El cincuenta por ciento de estos pilares son, como se ve, reacción alérgica, ¿fruto magullado de la “gestión y el progreso”? Los otros cinco son una amalgama de necesidades, deseos e imperativos que no constituyen verdaderos soportes o principios para una construcción socio-política de envergadura. Digámoslo de modo simple: son pilares ornamentales sin saber uno sobre qué fundamento se levantan. Podría tratarse también de esos pilares inflables que utiliza, precisamente, la publicidad.

El caso es que ese papelito que uno ve ya tirado en basuras y alcantarillas, rasgado y pisoteado por todas partes no habla de un trabajo político serio y convincente, sino de la subasta de una imagen, la de las fotos que la urgencia de cada día exige montar al libro de las caras. Uno ve a los que los entregan y “elige el cambio” de calle o de acera, porque de pronto queda involucrado en la foto, como mi tía que la poncharon en pijama, sin bañarse y sin que le guste ese arte, tanto que rompió las que había de ella en el álbum familiar.

En fin, tratándose del conservador, y para ganar en coherencia, en vez de fotos deberían empezar a publicar daguerrotipos.