Del cambio o la conservación de lo mismo

Fotografma de Gatopardo, de Luchino Visconti, 1963.

Por Camilo Saldarriaga

La ideología conservadora concibe como principios, entre otros, que existe un orden natural y una ley natural. En ese orden de ideas interpreta al cambio como “ley de la naturaleza” y como su principal “instrumento de conservación”.  En términos políticos a nivel local, elegir el cambio sería una cuestión meramente formal y de anuncios en razón de que se cambiaría la planta de funcionarios públicos, el partido y ciertos eventos, más no así el funcionamiento mismo de la administración pública bajo principios de austeridad y transparencia, por ejemplo. Se  elegiría el cambio para conservar la burocracia, el clientelismo y, por extensión, las prácticas de corrupción características de un cierto quehacer político-administrativo a nivel local y nacional. Las alianzas visibles son prueba fehaciente de ello.  “¿Cuál cambio si detrás de usted están las personas que han gobernado el municipio desde hace más de veinte años?”, le preguntó el candidato del partido de la U, a su principal opositor, candidato conservador que hizo silencio ante tamaña pregunta.    

En Girardota es visible y de conocimiento de todos  la conducta del actual candidato del Partido Conservador que ya ha distribuido las Secretarías de despacho y que ha firmado pactos y promesas en Notaría comprometiendo por no decir hipotecando, más que su palabra, la ejecución misma del presupuesto público del Municipio. De esta suerte el llamado cambio no se deja leer aquí como transformación sustancial sino en su connotación de interés y moneda. En esa lógica la Casa Conservadora vendría siendo una Casa de Cambio y empeño. La transacción podría expresarse en el movimiento de votar por el candidato a cambio de tal cosa o tal otra: puestos, contratos, dinero, etcétera.  O bien, usted invierte en la campaña votos, trabajo o capital y el cambio son tantos millones expresados en votos, trabajo, capital o contratos,  obviamente sumándole el interés que comporta este cambio.    

Asimismo es también visible y de conocimiento de todos, valga la buena fe, que dichos comportamientos no se avienen con la ética de quien aspira al servicio público conforme a los planteamientos de hecho y de derecho consignados en nuestra Constitución Política de 1991. De ahí que se demuestre más un afán de poder y una ambición personal que una real articulación de y con los intereses y necesidades comunitarios de la ciudadanía, según los principios y fundamentos mismos de la democracia.

En conclusión, por sus alianzas, estrategias y comportamientos vigentes la opción del conservatismo para la alcaldía del Municipio de Girardota no representa al cambio sino más bien  una nueva forma de la continuidad a la que paradójicamente atacan “con amor” como estrategia central de campaña. La diferencia radica en que esta vez la falacia la encarna, sin disciplina ni formación de partido, un joven candidato que hace cuatro años, desde el Partido de la U, tachó como Continuidad lo que hoy, desde el Partido Conservador, tacha como Cambio… ¿para volver a creer?, ¿para volver a elegir? No tachemos la pregunta…  

II

El cambio como forma de la continuidad con otras estrategias se percibe en lo que el candidato del partido conservador define como los macro-proyectos que le cambiarán la cara a Girardota. Ese cambio de cara es un mero maquillaje. Veamos, pues, el maquillaje de algunos macro-proyectos:

No hay un solo proyecto macro que aluda a procesos de formación y que refiera a las instituciones educativas, salvo el de ampliar o reconstruir la I. E. San Andrés.      

Otro que es de los más relacionados con la educación consiste en implementar la jornada complementaria en todas las instituciones educativas y darles desayuno, almuerzo y algo reforzado. Proyecto que es altamente costoso y cuestionable. Dirán que saben cómo lo van a hacer, pero no está demás advertir que todas las instituciones educativas tienen doble jornada, una por la mañana y otra por la tarde,  como para afirmar que se meterán ambas jornadas en una sola, sumándole a la pedagogía, servicio de restaurante. Lo sucedido en el Atanasio Girardot no será un buen ejemplo al respecto, pues lo que allí se desarrolló no fue Jornada Complementaria, sino actividades complementarias a las que cada grupo asistía más o menos cada 15 días y no incluía alimentación.

En línea con este proyecto macro hay uno que no está a la altura de lo que la Comisión Intersectorial para la Primera Infancia viene planteando y a lo que ICBF se ha adherido activamente, a saber: superar el modelo asistencialista de la educación inicial. No realiza dicha superación decir que se va a “contratar con el ICBF, atención nocturna para niños cuyo padres de familia trabajen o estudien de noche”. La educación inicial trasciende el cuidado, tanto es así que se opta por no hablar de guarderías porque esto sería lo mismo que hablar de un parqueadero de niños.  ¿Por qué, si todo se sabe, no se pensó mejor en una forma de cualificación y mejoramiento de la educación inicial, a partir de los estructurantes, incluso de los planteamientos científicos sobre la primera infancia y la inversión en educación inicial?

En materia de educación llama la atención la construcción y funcionamiento de cuatro CAI en zonas vulnerables a problemas de orden público. ¿Dónde se ubicarían? ¿Es esto una decisión que está en manos del alcalde? ¿Por qué medidas policivas y de seguridad democrática a las zonas vulnerables si se habla de educación, cultura, recreación y deporte? Sin embargo, en el sector Las Cuchillas, zona potencial para la construcción de unos de estos CAI, el candidato conservador dijo a la comunidad que él no era de los que solo veía cédulas en los ciudadanos y de los que iba a apartarse de la comunidad andando en una camioneta polarizada, que él era de los que comía chunchurria, morcilla y chorizo, esto y más, pero no se habló de la posible construcción del CAI: ¿Por qué?

Entre los demás proyectos macro la pregunta por la educación cabe más ampliamente. Uno de ellos, antes que pensar la formación y competitividad deportiva, promete la construcción de una cancha sintética y de una piscina pública. Y otro refiere la creación de un canal institucional donde los cambistas, de seguro, tendrán su franja;  y otro habla de desarrollar un Zona Franca para mayores empleos de jóvenes y madres cabeza de hogar, como si los beneficios tributarios de estas zonas recayeran sobre  los desfavorecidos.

En síntesis, hay que decir que si la bandera es la educación no se entiende por qué todos los macro-proyectos son de infraestructura e implican gastos y más gastos. Todo esto a pesar de lo que Adolfo León Palacio, presidente de la Comisión de Hacienda y Crédito Público de la Asamblea Departamental, sugirió en el periódico El Tiempo: la necesidad de austeridad al advertir que “estos municipios que incrementan los gastos de funcionamiento, aumentaron su deuda pública y, además, no registran niveles proporcionales en ingresos corrientes de libre destinación, con lo cual afectarán los indicadores de desempeño fiscal, financiero y muy seguramente se verá restringida la inversión futura en sus localidades”.

La fortuna está en que al candidato que escogió al partido Conservador (no al revés) lo asiste el saber cuasi absoluto sobre cómo y con qué plata se ejecutarán estos proyectos de “cambio”; y que él y sus prosélitos, por lo menos en nombre propio, no responderán a provocaciones como estas, sin argumentos…