Panfleto en C mayor

Foto: Facebook Banda Sinfónica de Girardota

Por Carlos Orlas
¡Indignante¡ En las últimas semanas van más de cincuenta millones robados en instrumentos musicales de la Escuela de Música en la Casa de la Cultura. No es hora de callar más. Aquí un desahogo por amor a la música y a los instrumentos con que se hace.


Amanece el lunes 14 de marzo y un vacío se hace más grande en la Escuela de Música, donde antes quedaba la biblioteca Jacinto Benavente: se han desaparecido dos flautas traversas. Ocho días antes fueron dos clarinetes, dos saxofones y un oboe. O sea que vivimos en un pueblo de prácticas  nonc sanctas que vanamente se ufana de ser sano, un santuario de almas…

El caso es que llegamos a ensayar y el vacío de instrumentos era mayor. De la Alcaldía no se inmutan, como tampoco se han inmutado ante el despilfarro del erario público en obras como la remodelación del palacio (ver denuncias de Pacho Arbeláez en este medio). Parece que los gobernantes se interesan por lo visible, el concreto, las cifras infladas en supuesta inversión social y publicitada en vallas, pero no en lo inmaterial, las artes, el espíritu. No sospechan, como Nietzsche, que “sin la música la vida sería un error”. 

Hay que decirlo a título personal y, como buen observador que soy, sin pelos en la lengua: los políticos, patéticos, solamente esperan el pantallazo que da un concierto de la Sinfónica para posar como espíritus nobles, cultos y amantes de esa suerte de cultura cortesana que tanto ha alimentado la música, con reveladas excepciones como la de Beethoven o el judío argentino - no sionista- Daniel Baremboim. Ellos siempre nos van a recordar que la cultura florece al margen de lo institucional y lo espurio, es más, si es cultura en el sentido crítico de la palabra,  florece contra el poder establecido. Pero ese no es el tema de esta nota.

Lo que quiero plantear es que el importaculismo se ha tomado varias esferas del poder público, insensible al crecimiento de un proyecto necesario como la Escuela de Música, que lleva varios años sin recibir dotaciones dignas y le ha tocado gestionar instrumentos por cuenta propia. ¡Que no vengan después a decir que gracias a ellos Girardota es cuna de músicos¡ Eso es utilitarismo puro, cultura de la mentira y la pose.

De Apostilla 
Roban más en la Casa de la Cultura de Girardota que en las mismas comunas de Medellín donde cuentan con bandas y orquestas sinfónicas. Y eso ya nos está dando una señal de la decadencia que se toma un pueblo lleno de ovejas disfrazadas de lobos rapaces. Un pueblo donde roban en todos los niveles: desde el ambiente que nos usurpan con el aire putrefacto de industrias químicas, petroquímicas y mineras; roban los empresarios aliados con los políticos para no indemnizar a las comunidades afectadas por la contaminación; roban los ladrones amurados en plena crisis económica y de falta de empleo; roban los que desfinancian la cultura para financiar sus proyectos políticos a futuro con dádivas y más dádivas a contratistas foráneos. Y roban de frente, sin timidez, sin límites. ¿De dónde vendrá ese vicio?

Esta es la oportunidad para que por fin una alcaldía se reivindique  con la Banda Sinfónica, sin mesianismo y sí con la sensibilidad que merece un grupo de gente que ama la música y la comparte con sinceridad, y para los que perder un instrumento es como perder una extensión de su propio cuerpo. No creo en esa bobada de que el que empuña un instrumento jamás empuñará un arma, eso es simplista. Mi defensa de la  Sinfónica es dos cosas a la vez: una apología de la libertad que da jugar a la música y una insinuación de lo que duele perder un instrumento; y también una disculpa para atacar la indiferencia administrativa que es la que permite que un pueblo cultive la ramplonería y ausculte a los granujas de todos los niveles.