LETRAS QUE SE
ESFUMAN
Por Víctor
Villa Mejía
“Se trata
de reconocer y de discernir cuándo es vital para nosotras ser nombradas y dónde
nuestro ocultamiento es de suma gravedad para la construcción de nuestra identidad”.
Thomas,
Florence. “Niñas y mujeres en la sombra”. El
Tiempo. Bogotá, 9 de agosto de 2006, pp. 45-46.
“Creemos que hay otros lugares donde es más urgente atender la exclusión
de los géneros y la discriminación, que la propia lengua. Dejemos a la lengua
tranquila ya que harto nos sirve, incluso hasta en el mismo sexo”.
“El sexo
en la lengua”. Universo Centro.
Medellín, No. 32, marzo de 2012, p. 20.
La
publicación en España del documento “Sexismo lingüístico y visibilidad de la
mujer”, un poco
antes del Día Internacional de la
Mujer y también antes del Día del Idioma, ha reabierto el debate sobre
la discriminación femenina en casi todas las esferas de lo social.
En
el marco de ese debate, llama la atención que en Colombia la primera reacción
frente al texto suscrito por la Real Academia Española, de la cual es miembro su
autor Ignacio Bosque, fuera de El Tiempo,
en su editorial del 17 de marzo: “Ellos, ellas y la gramática”. De allí
transcribo dos apartes: “Hace 33 meses, el Concejo de Bogotá aprobó un acuerdo
que imponía el ‘lenguaje con perspectiva de género’ en toda comunicación y
texto del Distrito, incluso la prensa y televisión municipales; sobra decir que
no se ha cumplido, porque quebranta el espíritu del idioma y obligaría al
gobierno capitalino a expresarse en una jerga irreal, insoportable y ridícula
[…] Estamos ante un lenguaje postizo destinado a la escritura oficial o
institucional y cuyo origen es la confusión entre género gramatical y sexo”.
Cuatro días después, su columnista José Miguel Alzate (“¿Discriminación sexual
en el idioma Español?” eltiempo.com) retoma
el editorial de su periódico y concluye: “La mujer sufre discriminaciones, es
cierto. Pero estas no hay que buscarlas en el manejo del idioma. Utilizar un
lenguaje postizo solo para que ellas crean que se les tiene en cuenta es romper
con la pureza que debe caracterizar esta lengua”.
La segunda
reacción estuvo a cargo de la columnista del El Espectador Catalina Ruiz-Navarro (“Todos, todas y todes”).
Después de comprimir las ideas centrales del documento de Bosque, hace la
siguiente exhortación: “Ocupar la discusión de la igualdad de género en la
gramática es un distractor de los problemas de injusticia reales a los que nos
enfrentamos, pues de nada sirve decir ciudadanos y ciudadanas si a ellas les
siguen pegando más y pagando menos en virtud de su sexo”. Lo de “todes” tiene
que ver con una propuesta de pluralización del género gramatical cuando nombra
a los humanos: mediante el remplazo, en el artículo y en el sustantivo, tanto
de la o -los colombianos- como de la a -las colombianas- por la e
-les colombianes- (ver Amarmenta, “Sobre cómo la letra ‘e’ podría ofrecer la solución
al problema del sexismo del español”,
¿Cuáles
son los casos de la gramática española que dan lugar a la invisibilidad
femenina, y que para El Tiempo
configuran una “jerga irreal, insoportable y ridícula” y un “lenguaje postizo”?
Son 1) el masculino inclusivo, 2) el desdoblamiento léxico, 3) el nominativo
neutro y 4) el participio pasivo de infinitivo.
1)
El masculino inclusivo. Es el también llamado masculino genérico, en que el
sustantivo masculino, plural o singular, incluye tanto el femenino como el masculino.
En el aforismo “el niño nace bueno pero la sociedad lo corrompe” se subsume que
en ese genérico están incluidas las niñas”. La solución que propone el
visivilismo sería “El niño y la niña nacen buenos y buenas, pero la sociedad
los y las corrompen”. O recurrir al ilegible signo @ para que represente a
ambos géneros, como en uno de los lemas del Día del Hombre celebrado hace poco
en Copacabana: “¿El hombre propone y la mujer dispone? ¡Pues no! Tod@s
proponemos y tod@s disponemos”. O recurrir al también ilegible signo X al
escribir “Estimadxs profesorxs”.
2)
El desdoblamiento léxico. La siguiente cita a Florence Thomas (“Niñas y mujeres
en la sombra”. El Tiempo. Bogotá, 9
de agosto de 2006, p. 45) ilustra el desdoblamiento léxico: “Aun cuando conozco
las resistencias de muchos de mis buenos amigos y amigas, periodistas,
escritores, escritoras, académicos y académicas ante el problema del lenguaje
incluyente…”. Creo que el punto de llegada de la columnista Ruiz-Navarro deja
mal parada la lista de Thomas: “De nada sirve decir ciudadanos y ciudadanas si
a ellas les siguen pegando más y pagando menos, en virtud de su sexo”.
3) El nominativo neutro. El
visivilismo ha propuesto sustantivos neutros que impidan la primacía del género
gramatical masculino. Para que los profesores no oculten a las profesoras, se
sugiere “el profesorado”; para que el jefe no oculte a la jefa, se sugiere “la
jefatura”; y para que “el decano” no oculte a la decana, se sugiere “el
decanato” o “la decanatura”. Pero nótese que el profesorado y el decanato, a
modo de bumerán, regresan inexorablemente al masculino. Afortunadamente en la
práctica discursiva se viene recuperando la dignidad femenina en los títulos
académicos que la normatividad institucional se resiste a reconocer; es decir,
son médicos los hombres y médicas las mujeres, jueces los hombres y juezas las
mujeres, poetas los hombres y poetizas las mujeres.
4) El participio activo del
verbo ser: ‘ente’. Los defensores de la norma lingüística per se alegan que ‘ente’, como participio activo de ser, no tiene
femenino. Así, quien preside es y será ‘presidente’ sea hombre o mujer; no
obstante que los argentinos estén felices con su “presidenta”. El problema es
que hay sustantivos ‘entes’ que no son participios activos de ser, o en los que
es muy difícil adivinar qué verbo está detrás de ‘cliente’, ‘agente’ o
‘paciente’ (el sujeto y objeto del médico); puede sonar extraño, pero ahí están
en el uso las “clientas”, las “agentas” y las “pacientas”. El caso es que las
presidentas y las clientas son opciones resbaladizas, sobre todo cuando se
pretendan feminizar los adjetivos ‘valiente’, ‘decente’, y ‘ocurrente’, entre
otros.
Mi
opinión sobre este debate es simple: al pueblo que fueres, habla como oyeres.
Los hablantes de cualquier idioma, de manera inconciente, resultan haciendo
parte de comunidades idiomáticas según variables de edad, género, oficio o
cofradía. La perspectiva sociocultural del idioma funge de imperativo cuando se
interactúa en un medio castrense, religioso, académico, etc. Si los habitantes
de la Costa Caribe
colombiana inventaron el vocativo “seño” para señoritas, señoritos, señores y
señoras, así debe ser; si los estudiantes mexicanos inventaron los vocativos
“profa” y “profas” para profesora y profesoras, así debe ser; y si alguien me
dice que le presento a María, la “marida” de Juan, así debe ser (esposa es una
metáfora chocante).
Finalmente,
como se dijo arriba, de lo que se trata es del debate sobre la discriminación
femenina en casi todas las esferas de lo social. Tres botones de muestra son
suficientes para ilustrar la invisibilidad de la mujer por fuera del idioma.
Uno: entre los siete candidatos a la rectoría de la Universidad de
Antioquia no había una sola mujer; y nunca, desde 1803, la rectoría ha sido
femenina. Otro: entre los cinco candidatos a la rectoría de la Universidad Nacional
había dos mujeres, quienes después de la consulta a los estamentos quedaron de
últimas. Y el otro: la terna para Fiscalía de la Nación estaba integrada por
dos mujeres y un hombre; adivinen quién quedó.
1 comments:
...pésimo final, pero buen articulo.
Publicar un comentario