Los efectos nocivos de la burocracia

Por: Sergio Henao / Julián Ospina

En tiempos de campañas políticas, hace ya casi los 4 años, se decía que Ortíz quería reivindicarse con la cultura. Años atrás, en su primera Administración, la cultura fue sacrificada, diezmada, desaparecida. Para su segunda campaña muchos de sus alfiles más cercanos posaron, incluso, de garantes, y se llenaron la boca con la promesa de que nada volvería a ser como antes, con la promesa nuevamente incumplida.

Cuando preguntaban qué era lo que necesitaba el sector cultural para dar ese salto hacia una gestión sostenible, muchos coincidieron en la importancia de un gerente, de un secretario, mejor dicho, de un cargo de primer nivel que tuviera la capacidad de maniobrabilidad política y administrativa suficiente para conducir los destinos de la cultura. La respuesta fue una subsecretaría.

Sin embargo, la cultura en Girardota –al menos en lo que a la gestión pública se refiere- está en franco deterioro. Es apenas el reflejo de una administración acomodada a los intereses económicos de un Estado plutocrático y militarista, como bien lo define el senador Iván Cepeda. De cara al pueblo en las vallas, estadísticas dudosas y periódicos que infestan los colegios; y de puerta cerrada a la cultura.

Cero democracia: cultura sin sector cultural

Desde el inicio de la actual administración, el instituto de Cultura y Patrimonio de Antioquia (ICPA) inició una movilización social alrededor de los procesos culturales. Entre otros temas, buscaba consolidar y activar en los municipios de Antioquia los Consejos Municipales de Cultura, órgano imprescindible para la gestión y democratización de los derechos culturales.

Así lo establece, no solo la Ley General de Cultura 397, sino también el acuerdo municipal 015  de 1998 que lo crea y reglamenta.  Además de estimular el desarrollo cultural del Municipio, es un órgano que permite vincular la participación ciudadana alrededor del control de los recursos, recomendaciones a los programas y proyectos  y, en general, es un medio para la articulación sociedad-Estado.

Pese a los esfuerzos del Instituto de Cultura, en Girardota el Consejo de Cultura no ha sido posible. No porque no haya quien participe, pues muchos de quienes somos gestores culturales activos asistimos, e incluso solicitamos que nos incluyeran en las reuniones, que llevaba a cabo periódicamente el comité convocado por el ICPA para la conformación de dicho órgano. Pero este no se ha conformado por la falta de disposición política, y por la ineptitud de funcionarios que se atornillan en sus cargos y cualquier atisbo de control, vigilancia o incluso sugerencia, lo sienten como una vulneración a su soberano capricho de decidirlo todo.

No hay consejo de cultura, requisito necesario para muchas gestiones que el municipio podría llevar a cabo ante diversos organismos gubernamentales o no.  Incluso nos preguntamos: ¿cómo la administración ha recibido recursos de programas del Ministerio, sabiendo que una de las condiciones necesarias es tener activo y operando el Consejo Municipal de Cultura?

La subsecretaría de Cultura

En lo formal el Municipio no se ha dado cuenta de la necesidad de una Subsecretaría de Cultura cuyas funciones estén debidamente proyectadas en función de la gestión, con sus respectivos indicadores y no solamente como un “razonero” encargado de tramitar préstamos de salones.

Bien lo manifestó uno de los líderes de la Escuela de Música, William Palacio, al afirmar con respeto  la necesidad de llenar de contenido ese puesto que puede ser un nodo clave en la movilización de participación ciudadana, en la consecución de recursos, en el fortalecimiento de procesos formativos, y en la consolidación de un Sistema Municipal de Cultura que integre los actores, los sectores y los recursos necesarios para que el municipio pueda tener una verdadera cultura para la transformación y el desarrollo social. Lo que no es descabellado si consideramos el potencial artístico y humano de las personas –profesionales si lo que se requiere es de títulos- del Municipio.

Primero lo afirmó William Palacio en un encuentro con cierto aire de democracia denominado “un café con el alcalde”. Y más tarde lo reiteró ante el Concejo Municipal el docente Leonardo Hincapié. Por dichas intervenciones, junto con otras voces que reclamaban interlocución, efectividad y oportunidad en la gestión del Subsecretario, les costó el puesto a los docentes. Pero los sacrificados no solo fueron ellos, sino los programas de la escuela de música, que en el caso de cuerdas, un programa formativo y de proyección con una larga trayectoria y logros en manos del profesor Hincapié, quien llevaba 8 años como docente, no fue abierto este año dejando por fuera a cerca de 70 estudiantes que hacían parte de los distintos ensambles y grupos.

Los otros procesos que estaban a cargo de otros 5 docentes que fueron retirados por exponer su desacuerdo con el derroche de presupuesto en un cargo de tal ineptitud, fueron precariamente reemplazados por estudiantes, o por personal que ni siquiera contratos tienen, sino que son pagados a través de medios que no generan ningún tipo de vinculación legal con la administración.

Lo acontecido con la escuela de música es solo un ejemplo, pues en la actualidad son muchos los procesos que están por fuera o no tienen relación alguna con la Casa de la Cultura. Grupos independientes que mantienen su labor desde hace años, con procesos y resultados reconocidos y valorados por la  comunidad, han tenido que migrar a otras latitudes, o seguir trabajando en la sombra porque la administración pública, valga decirlo, se niega a trabajar con el sector cultural.

Así con los actores como con los artistas. En la actualidad se piensa que en el municipio solo hay cabida para la danza y la música, y se deja a un lado una diversidad de expresiones y manifestaciones culturales, por lo que aparte de todo tenemos una gestión que no es inclusiva. No hay espacios para procesos formativos y de proyección en pintura, manualidades, diseño de modas, cine, teatro y literatura.

La actual administración de la cultura es, sin más, puro clientelismo. El actual subsecretario es cuota política de una de las concejalas del partido de la U.  No es difícil deducirlo. Las dos personas que han ostentado este cargo, antes han sido docentes de la I.E Juan Bernardone. Y al parecer, para el nombramiento, no exigen conocimiento mínimo en materia de cultura, o de administración; al parecer tampoco de disposición para las relaciones humanas en un escenario complejo. Solo basta con  una militancia ciega en el partido y sumisión completa al burgomaestre.

Baste una memorable anécdota para ilustrar lo anterior. El año pasado, el coro de la casa de la cultura pasó a las convocatorias de Antioquia vive la música. Convocatoria que entusiasmó y llenó de expectativas a  padres de familia, estudiantes y docentes. Para participar, el Instituto de Cultura financiaba la estadía y alimentación. El municipio solo debía poner el transporte. Llegado el día, los estudiantes listos y el transporte no llegó. Aunque el docente realizó la solicitud previamente con el Subsecretario, el día del evento no hubo manera de transportar el coro al evento en el cual representarían al municipio de Girardota.

Activismo sin procesos

Girardota cuenta con un número nada desdeñable de artistas y gestores y la administración ni los involucra, ni los escucha ni los proyecta. Girardota cuenta con una interesante Política Pública de Cultura (única en el área metropolitana) y a la administración de nada le sirve. Se presentó un Plan Estratégico de cultura, en el cual no se tuvo interlocución alguna con la administración por negligencia del Subsecretario, y hasta el momento nada ha sucedido. Se lava las manos diciendo que está esperando, porque no tiene quién le escriba. Como si él no supiera escribir.

En la respuesta a un reciente Derecho de Petición con radicado número 00688 nos daremos cuenta de un estado del arte de la gestión pública de la cultura en el municipio, de su condición de ser pura dependencia.

Al inicio, ante la pregunta por las fuentes del presupuesto asignado el 2014 y 2015, nos remiten a la Secretaría de Hacienda; para saber los números de los contratos y convenios a la oficina de Planeación; y a los programas y proyectos se responde que eso se puede consultar en Secretaría Servicios Administrativos. Se deriva de allí la invitación a un viaje kafkiano. Pareciera sugerirse que para saber de lo cultural en el municipio es en otro lado, que a joder al atrio, no aquí. Sin querer decir que la respuesta carezca de respeto. En medio de ella, incluso, se dice textualmente:

“La invitación es a que vayas a los eventos de la alcaldía y los que ofrece la secretaría de educación y cultura del municipio para que te enteres de los programas y como puedes resultar beneficiado por alguno de ellos”.

[…] “Reitero la invitación a hacer parte y cooperar en los asuntos culturales. […]Pienso que debemos apropiarnos de la cultura del municipio y en lugar de cuestionar tantas iniciativas, ser más propositivos y construir un país mejor, que seguramente lo agradecerán nuestros niños y jóvenes […]”

Con los procesos de formación la respuesta es escueta: 550 personas, 350 en la Escuela de Música, 150 en Danza y 50 en Teatro en el 2014. Hace rato no vemos el teatro de la casa de la cultura en el escenario público. Las acciones que delata son las que brinda un presupuesto irrisorio y una débil planeación y gestión. Acciones –de escasa inversión- con la Corporación La Zafra y Debluss que, igualmente, han realizado procesos de formación y han promovido espacios de y para la creación al margen de esta administración. Veamos otras acciones de gestión  y ejecución de los recursos:

-Foro Municipal de Cultura (realizado principalmente por Punto Vivo de Cultura Comunitaria)

-Premio de Plan de Música para la convivencia del Ministerio de Cultura; y convenio con Yamaha para la iniciación musical en los colegios (ambos gestionado por sus docentes).

-Gestión de recursos ante el Idea y la gobernación de Antioquia para apoyar, respectivamente, el festival Hatocanta y las Fiestas de la Danza y el Sainete.

-Dotación para práctica Coral del Ministerio de Cultura (gestionado por los docentes)

- Dotación de Parques Educativos en el tema de Patrimonio (entregado por el ICPA, lo que no es un premio sino parte del equipamiento del parque educativo)

-Velada Acústica y Hatocanta (deudores de la anterior Secretaría. En el caso de Hatocanta, consistía en un proceso formativo que duraba meses, y que para la versión del año anterior se basó en un escueto concurso de 3 días).

-Gestión para la Declaratoria de Sainete como Patrimonio Inmaterial del Municipio a través de Proyecto de Acuerdo.

-Trabajos de memoria con el Centro de Historia

En los dos años esos han sido y seguirán siendo, palabras más palabras menos, los gruesos de la gestión pública de  cultura, razón por la que, sin demeritar lo que hay pero sin conformismo, el panorama es grave. (Léase respuesta al Derecho de Petición) Lo demás que menciona el documento pueden ser acciones aisladas, interesantes mas no sustanciales: préstamos de espacios para reuniones, foros y otro tipo de celebraciones, apoyos con sonido y decoración, participaciones en eventos de diversa índole, variedades logística, etc. De procesos de formación no se habla siquiera con preocupación en medio de las complejas dinámicas sociales y humanas en las que la cultura podría ser esencial en este municipio.

Cuando se pregunta por el Sistema Municipal de Cultura, sorprende la limitada concepción de Sistema que se tiene, a juzgar por las acciones. Por otro lado, las acciones parecen postergarse ilimitadamente en el tiempo, en un tiempo que siempre es presente y nunca concluye. Se dice que “se está reactivando” un acuerdo, y sabemos que es un proceso en el que se lleva sino meses, al menos sí más de un año.

Luego, cuando preguntamos por la difusión e información de los programas y eventos, es como su fuera obvio que todo mundo se da cuenta de las cosas por Facebook. Como si fuera el único canal en un municipio de más de 20 veredas. Pero hace mucho rato nadie ve impresa una agenda cultural, y ni asistimos a un programa cultural de calidad; nadie se entera de convocatorias que no sea para participar como  público pasivo que es la concepción que acá se tiene de “actor cultural”.

En fin, observamos, entonces, una respuesta llena de imprecisiones y sin rigor  que si al principio nos remite a otras dependencias al final nos remite a una lista de eventos y fechas forzosamente acomodadas a las líneas del plan de desarrollo. Referencia que, asimismo, carece de un necesario sentido autocrítico cuando de pensar el desarrollo de las comunidades se trata. No se reconoce las faltas, la escasa voluntad política, las necesidades múltiples (idoneidad en bibliotecas, por ejemplo) que son oportunidades de mejora en la planeación y la gestión de la cultura.

El diagnóstico sigue siendo el mismo que aquel que formuló Fred Danilo Palacio en Otras Letras, número 3 de Agosto de 2010. Año en que el partido conservador –centenariamente nefasto en el país- era mayoría en la administración municipal. Cito a Fred Danilo Palacio en Otras Letras:

“En todos lados la gente necesita identificar su localidad con referentes simbólicos, en todos lados hay muchas personas que pregonan la importancia de la cultura y el arte en la formación del ser humano, en todos lados hay talentos que despuntan y logran reconocimiento, pero desafortunadamente en muy pocos sitios se toma en serio la gestión de la cultura como un motor de transformación social, económica, política y como un indicador de desarrollo. Lastimosamente en Colombia las entidades territoriales que han dado una orientación gerencial consciente y decidida a la cultura son aún la excepción. Los congraciamientos frente a la cultura siguen siendo un caballito de batalla de candidatos y funcionarios para épocas electoreras, o para estar de moda con discursos nacionales e internacionales, o para apagar incendios cuando los artistas de vez en cuando encienden una pequeña llamarada de protesta, pero no para impulsar un trabajo serio y continuo de gestión cultural con personas idóneas, que permita la planeación, el monitoreo de los logros y la sostenibilidad. Sigue habiendo desde las administraciones municipales una concepción cositera que confunde los eventos con la promoción y el activismo con la gestión”.

Por ello, podemos atrevernos a la parcial conclusión de que la cultura es la caja menor de una burocracia administrativa tan voraz  de los réditos materiales como vacía de sentido humano se evidencia. Apreciados lectores: El paisaje sigue siendo de chimeneas y cemento.

La navegación de la cultura en la nave pública parece desconocer bitácoras, brújulas, umbrales y tierra firme. En Girardota, la cultura está enajenada, y como diría la canción del grupo Andadas, que en los nefastos años de la primera administración de Ortiz cesaron sus instrumentos por razones más o menos similares, otra vez ha sido “el silencio decretado en la estrechez del Hato Grande”. Y aun así, hay quienes navegan a contra corriente, con la fuerza creadora de sí mismos.