El alcalde brilla corona al rey del despecho

Por Carlos Orlas
Pa´ las que sea como reza el eslogan del Aguardiente Antioqueño. Quería escribirle una carta al Alcalde Vladimir a propósito de las fiestas del pueblo y de esa publicidad ensordecedora de los locutores en las tarimas repitiendo cada cinco minutos: “gracias a Vladimir Jaramillo, el alcalde amigo de la cultura”. Pero como estuve en el concierto de Darío Gómez en el parque, mejor hago un retrato de lo sucedido en medio de guaros, canciones de despecho y los discursos del alcalde mientras aparecía el Rey del despecho.

El caso es que esa noche lluviosa del jueves primero de diciembre, salí antecitos de las doce con el ánimo de escuchar a Darío Gómez y su bohemia lacrimosa y despechada. Estaba en tarima El Chivo de Girardota y compartía escenario con un clásico de la música parrandera. Todo bien, se les podía soportar, hasta que el Chivo canta esa canción de Yo soy el putas, el putas yo soy, no sea hijueputa que aquí mando yo, y me digo a mi mismo: ¡un himno de este pueblo que se cree muy macho y lo más verraco del mundo!

Y como todo es una mise en scène, un performance donde todo significa, pues el mismísimo alcalde aparece luego de sonar el Putas, abraza al Chivo, le expresa su orgullo y suelta la primera perla: “Chivo… usted es un gran artista de este pueblo y lo conocen en toda parte, es un orgullo para nosotros tenerlo aquí, porque los artistas de acá son primero y más importantes; ahorita viene Darío Gómez, porque el pueblo merece también artistas de talla internacional, pero primero son los del pueblo, como usted Chivo. Ahorita le voy a pedir que se cante una con Darío Gómez, porque usted es grande… Y siga cantando Chivo que eso es lo que usted sabe hacer. Cante usted que lo que yo sé hacer es administrar”. Y sale de la tarima creyendo que le creímos el cuento.

Aquí comienzo a sospechar que el alcalde no solamente está desnudo, como en el famoso cuento antiguo, sino que se está empezando a emborrachar. Y cree que el pueblo no lo nota. O cree que todo el pueblo tiene la misma mentalidad que se deja hipnotizar con guasca, diciembre, fútbol y esas cosas.

Mejor dicho El putas tiene su efecto psicológico sobre esta mentalidad paisa tan arrecha y borrachina, puesto que le sirvió de telón a Vladimir para echarse su discurso como si él fuera el putas. Yo me dije: “si el Chivo canta el paisa es el rey –porque además solo cantó canciones prestadas- me voy a esperar a Darío Gómez en un morro y vuelvo luego”. No la cantó pero sí se dio el champú de cuenta de los futbolistas del Brasil muertos en suelo antioqueño: les rindió el homenaje con el que tanta gente se ha sentido buena, noble y solidaria. Hipócritas: de cuenta de la muerte que siempre ha estado ahí, susurrando, solo que ahora se la toma con el sensacionalismo y la espectacularidad  propia de las telenovelas  que  tan bien se ha amalgamado con la mentalidad guasca.

Sigamos. Se baja el Chivo (¡casi que no!) a la una de la mañana y llega Darío Gómez, todo un Rey del despecho, le reconozco algo de poesía del pueblo, desgarre y bohemia en sus canciones: Nadie es eterno en el mundo es un clásico. Y brindé con mi compañía esa noche y entre crónica de cantina, desasosiego y desamor, melancolía y calles del amor, corazonada y embriaguez de soledad, en fin, todo ese repertorio que en mi caso lo llevo como herencia familiar, entre todas esas canciones, vuelve y sale al ruedo Vladimir, esta vez lo invita el mismo Darío Gómez.

En su segunda aparición noté que el hombre estaba más prendido y creo que no me equivoqué porque hablaba con menos fluidez y más fuerza. Y estaba arrecho por el calorcito que da el guaro. Hago un paréntesis: Darío Gómez vino en el marco de una gira por los pueblos de Antioquia donde su función es hacerle publicidad al aguardiente y ya, lo que desdibuja, a mi forma de ver, su quehacer como cantante, se vuelve como un producto más, una estampita, su único mensaje es: Aguardiente y Pa’ las que sea. Triste.

Y aquí el segundo discurso del Alcalde: “Darío Gómez, usted es el mejor artista de Colombia, Girardota le rinde homenaje como el mejor de todos, son mucho años que lo hemos venido escuchando y siempre bienvenido”. Le regala un poncho como símbolo de antioqueñidad y le pide una canción que no me acuerdo el nombre. D. Gómez lo bendice y lo publicita como hacen los artistas cortesanos: Alcalde, usted es el mejor, muchas gracias, que lindas fiestas de la… la… tartamudea, ¡Danza y el Sainete!

 Si Vladimir no hubiera dicho “Darío… el mejor artista de Colombia”, no me hubiera puesto a escribir esto. Pero como el poder es burdo y falso, corresponde a los periodistas ponerlos en evidencia. Resulta que el mismo Alcalde hace casi dos meses en una feria del libro local, toma el micrófono y repite algo que le he escuchado en varias partes y que ya es cliché en él. Dice: “Yo soy lector del maestro Fernando González, del Viaje a Pié, y es un libro grande porque nos habla de la autenticidad”. El caso es que siempre lo cita como a un libro de autoayuda, un libro más con el que pretende convencer a los jóvenes de que es culto. Pues no: ¿cómo puede un lector de Fernando González, quien en su momento fuera el látigo de los poderosos de turno, decir ante una multitud que el artista más grande de Colombia es Darío Gómez?

Es que los políticos sí son como camaleones: cambian de color según el lugar donde estén. Eso es deplorable y por cosas como esas les ha quedado grande hablar, entre otras cosas: de paz, de cultura, de calidad educativa, de igualdad, de literatura, y, por supuesto, de arte.

Postdata: Alcalde, no salga a decir a la una de la mañana ante un pueblo embriagado que el Chivo sabe cantar y que usted sabe administrar. Porque ninguna de las dos cosas es cierta. Y deje de creer que todo el mundo es huevón.