24 ene 2021

Un acuerdo por el aire

Por Cristian Zapata

Me interesa el tema de la política al servicio del medio ambiente y no al revés. Terminé en contacto con las administraciones porque creo haber aprendido de mi maestro, Manuel Rodríguez Becerra, que se necesita ese contacto porque sólo allí se pueden tomar las decisiones que de verdad incidan en la catástrofe ambiental que vivimos.

Obligado por la conciencia debo referirme al debate generado entre el alcalde Diego Agudelo y Pedro Hoyos. Y anuncio de una vez por qué lo hago; lo hago para tomar distancia de los dos y para tratar de acercarlos a los dos a la vez; porque encuentro preocupante el nivel de ferocidad que está tomando la discusión entre ambos y -lo que me parece más insólito y triste- todo en medio de los más grandes avances que se hayan podido dar en toda la historia en lo que tiene que ver con la calidad de aire para el municipio de Girardota. Tengo la ventaja de poder interlocutar con los dos, y eso me obliga a tener que hacer algo para tratar de amainar el encarnizamiento que he podido ver en los últimos días entre ambas corrientes.

Con Pedro Hoyos hay una amistad y una gratitud, pulida por ya muchos años de luchas en el tema medio ambiental, que me hacen admirar su convicción recia en el asunto y su vocación de servicio en los temas públicos. Con Diego Agudelo, he podido tratar desde que inició su administración y amablemente se acercó a pedir mis opiniones sobre la calidad del aire. Es sin duda el alcalde que mejor ha entendido los problemas técnicos de la contaminación en Girardota y el único que ha querido escuchar la ciencia. Entendiendo que la ciencia no es de caminos cerrados, como lo quieren hacer ver las entidades desde Medellín, que más parecen sacerdotes religiosos intocables que científicos. Y digo esto sin desconocer las enormes diferencias políticas que puedo tener con Agudelo y los partidos que respaldan su administración.

Hace mucho tiempo creo que aprendí que ningún avance en materia medio ambiental se da sobre la base de la coincidencia ideológica. Que los gobiernos son mucho más efímeros que los conflictos de la naturaleza. Y que la alternancia en el poder puede ser el mayor problema para solucionar los problemas gruesos que toman años, muchos más de los que un gobierno puede durar, incluso los peores y más usurpadores.

Quizás tengamos que aprender a reconocer avances en medio de lo demás que nos parezca regresivo. La anterior administración del alcalde Vladimir Jaramillo me pareció nociva y negacionista con el tema medio ambiental. Abiertamente rechazó ver la causa del problema, y su mala gestión hizo que se perdieran millones del dinero público en programas que nunca se materializaron -el PBOT, el SIGAM-. Sin embargo, tuvo adelantos en materia de control a las industrias con una actitud laboriosa de su subsecretaria, Diana Moreno, y quedaron registros que ayudaron a que los jueces ahora tomaran una decisión.

Ejemplos así puedo poner hasta en el nivel nacional: el Sistema Nacional Ambiental de Colombia, que juzgo como unos de los mejores en el mundo -por lo menos en su diseño teórico- y el cual reconozco, admiro, en el que me formé en mi profesión y a cuya defensa me dedico desde hace mucho por los ataques miserables de los últimos gobiernos que lo quieren desmantelar, lo creó un presidente que dio una lucha valiente por instaurarlo, a pesar de haber sido también el mismo que, me parece, destruyó a la industria nacional y sumió a Colombia en una economía atrasada y reprimarizada. El gobierno de Cesar Gaviria.

Qué puedo yo hacer si las cosas son lo que son y no sólo lo que nos gusta de ellas. El maestro Carlos Gaviria decía: “La vida funde lo que la lógica se empeña en abstraer”.

Y no es esto un elogio de la tibieza, tan de moda por estos días. Eso que llaman el centro me parece una cosa asexuada y tengo claras convicciones que me muestran que “elegir a los dos” no es una elección. Hace un rato nada más, veía unas declaraciones de Bernie Sanders, el político ambientalista que debería haber sido el presidente norteamericano, donde decía: “Its not a question of the middle, its a question of de responding to the crises”.

Lo que sí lamento, y nunca lamentaré lo suficiente, es que una discusión tan virulenta y feroz, entre dos personalidades políticas locales, se esté dando en un momento en el que por fin germina la semilla de lo que por mucho tiempo venimos reclamando: las intrigas y malos manejos que se han dado en el tema de calidad del aire en Girardota, mientras la gente sigue padeciendo silenciosamente. Las omisiones, tan evidentes que parecen deliberadas, por parte del Área Metropolitana y el SIATA.

Y sobre esa base, de que el adversario más fuerte en este asunto está por fuera de Girardota, debo decir que me parece que los dos han errado. En primer lugar, es indudable que gracias a Pedro Hoyos el tema de calidad del aire está en la agenda política del municipio, que ha sido él y su equipo el que, contra todas la mentiras del establecimiento y los ataques a veces infames que armaron para ignorar el problema, logró posicionar esto como un justo reclamo de la comunidad que lo sufre, y logró que ya nunca más pueda ser esquivado por quien quiera estar en los puestos de poder. Sin embargo, lamento que no pueda separar este tema, sólo este, de todas las demás diferencias que pueda tener con esta alcaldía. Él es la causa misma de que esta alcaldía se anime a discutir por fin estos asuntos, y no puede ser a su vez la causa misma de que no podamos superar la discusión. De alguna manera termina víctima de su propio éxito.

Del alcalde Diego Agudelo, celebro que pueda abordar el problema desde el punto de vista estrictamente técnico y científico. Es el alcalde que mejor ha podido comprender el problema y además comunicarlo de manera didáctica a la ciudadanía -cosa nada fácil- lo que da cuenta de su actitud juiciosa en el estudio del problema y su prudencia para escuchar a los expertos; algo que, esta pandemia ha demostrado, desafortunadamente no es la actitud usual de los poderosos que se han dedicado a vapulear a la ciencia y devolvernos a tiempos oscuros y premodernos. Pero su prudencia con el estudio del tema contrasta con la que creo es su imprudencia para no abandonar los cálculos políticos con este asunto. Lamento que ese rigor técnico con el que se refiere al problema siempre tenga que venir acompañado del tono pendenciero y las ganas de retaliación hacia sus rivales. Cada dato técnico viene seguido de un golpe de respuesta.

Peleamos mientras tratamos de avanzar todos, que es lo paradójico. A los avances en la agenda política se sumaron los avances jurídicos. Por primera vez en la historia del país, la más alta Corte en estos asuntos, el Consejo de Estado, se refirió al problema del aire en Girardota y ordenó el más ambicioso plan de descontaminación jamás hecho para un municipio de estas dimensiones.

Los avances en dilucidar la solución del problema vinieron acompañados de retrocesos en la forma de discutir el problema; tuvimos que llegar hasta aquí para tomar este nivel de confrontación. Es algo que me consterna, como si los adelantos para salir de esta crisis hubieran sido una mala noticia para ambos bandos que se empeñan aún en sacarse cuentas pendientes.

Estamos muy lejos de salir de la crisis, pero hoy, como nunca antes, tenemos una hoja de ruta, hoy por fin tenemos un mapa que, a lo mejor, si seguimos, entre todos empecemos a encontrar la salida. Están las órdenes dadas por un juez, está la voluntad política de tener este tema en la agenda y está la voluntad rigurosa de la oposición que conoce como nadie un problema que ellos mismos descubrieron en medio de los poderes que lo ocultaban.

Quiero entonces hacer un último y solitario llamado a manejar la neutralidad por lo menos en este tema de calidad del aire, a encontrar acuerdos sobre los mínimos comunes para ejecutar unas órdenes que ya están, sin cálculos políticos, y sin abandonar la confrontación en todo lo demás en que puedan persistir las diferencias.

La historia política del siglo veinte, convulsa, horripilante y depresiva casi siempre, tiene sin embargo contadas excepciones que hacen recuperar por momentos la fe en que esto que reclamo se puede dar, porque mostraron lo que pueden lograr los contrarios que, sin dejar de serlo, se unen por una causa común. La transición española, que sacó a ese país de una dictadura salvaje de cuarenta años, sólo fue posible por el pacto de un franquista heredero y un comunista perseguido que acordaron dejar de usar el pasado políticamente y entrar a la democracia. El apartheid en Sudáfrica acabó cuando Mandela, tras casi treinta años preso, pudo cogobernar con De Clerk, su carcelero mismo, representante de todo lo que aborrecía y corresponsable de su propia injusticia.

Cambiaron la conquista de sus ideas por la negociación. Un acuerdo que no va a dejar contentas a ambas partes. Los acuerdos no están hechos para eso sino para todo lo contrario. Los acuerdos están hechos, como dice Kertész, para tratar de que ambas partes queden igual de descontentas y así poder avanzar.

Y creo que, al menos con esto, la historia sí es justa. Por eso recordamos aún que hace más de dos mil años nació eso que llamamos civilización, gracias a que un puñado de griegos empollaron un absurdo llamado democracia, cuando se dieron cuenta que, sólo peleando como hoplitas, hombro con hombro, a pesar de ser distintos, podían derrotar a los invasores que amenazaban con la destrucción misma.

La historia los puede recordar como los que de verdad hicieron algo para sacarnos de la crisis. Los proyectos comunes se recuerdan más que las enemistades. Los héroes hoy día, señala Enzensberger, no son los del caballo y la conquista sino lo que él llama “héroes de la retirada”. Quisiera tomar su cita textual:

“El lugar del héroe clásico han pasado a ocuparlo en las últimas décadas otros protagonistas, en mi opinión más importantes, héroes de un nuevo estilo que no representan el triunfo, la conquista, la victoria, sino la renuncia, la demolición, el desmontaje. Tenemos todos los motivos para ocuparnos de estos especialistas de la negociación, pues nuestro continente necesita de ellos si quiere seguir viviendo”.

“Ha sido Clausewitz, el clásico del pensamiento estratégico, el que ha demostrado que la retirada es la operación más difícil de todas. Esto vale también en política. El non plus ultra del arte de lo posible consiste en abandonar una posición insostenible. Pero si la grandeza de un héroe se mide por la dificultad de la misión con que se enfrenta, se deduce de aquí que el esquema heroico no sólo tiene que ser revisado, sino invertido. Cualquier cretino es capaz de arrojar una bomba. Mil veces más difícil es desactivarla”.

Los únicos héroes posibles hoy día son los héroes de la retirada, los que logran socavarse a sí mismos y renunciar a parte de los proyectos en los que se formaron, porque entienden que los momentos que viven son más grandes que sus convicciones mismas a veces.



Saludos, esperando que soplen mejores aires.