22 ago 2012

El hombre viento en su lucha por una soberanía alimentaria




Por Juan Camilo Betancur

Pocos son los hombres que logran que sus palabras, acciones y pensamientos sean un acto consecuente. Estos hombres en la actualidad están en vía de extinción porque parece que se han olvidado de la importancia de cultivar. Según la comunidad Huitoto, indígenas de la Amazonía, el hombre está preparado para asumir responsabilidades el día que aprende a sembrar.

Conocí uno de estos hombres, Albino Idarraga, en la vereda el Cabuyal del municipio de Copacabana, que sin importar el problema que hay legalmente con las patentes de las semillas, continúa cultivando la tierra y su corazón.
Hombres que de una u otra forma se las han tenido que ver con los emporios que han generado la dependencia mundial del petróleo. Dependencia que empezó en 1870 cuando los Rockefeller crearon la primera compañía petrolera y se volvieron multimillonarios. Dieron pie a que otras familias, igual de poderosas, se asociaran e implementaran una educación para el empleo y peor aún “la gran revolución verde”. Esta revolución, que inició en las décadas de los sesenta y setenta,  no era otra cosa que la implementación de grandes monocultivos basados en fertilizantes y pesticidas a base de petróleo. Revolución que aceleró el dominio de las semillas y el mercado por gigantescas empresas como la Cargill, Nestlé, Monsanto, Unilever y ConAgra, cuyo valor combinado de sus ventas es de 293 mil millones de dólares al año, mayor que el producto interno bruto de la gran mayoría de los países latinoamericanos. 
Para que esto fuera un hecho estas empresas  se basaron en tres estrategias. La Primera, implementar la ingeniería genética como un método de control. La Segunda, patentar las semillas y la vida para declarar la semilla como propiedad privada y llamar delincuentes a los campesinos o agricultores que conserven semillas. La tercera, buscar la aprobación de los tratados del libre comercio. Estos tratados les permiten privar a los agricultores del derecho de guardar semillas. Es por ello, que  han diseñado una tecnología de exterminación para crear semillas estériles. De esta manera generar la dependencia de la humanidad porque quien controla el alimento controla la gente. Y si se controla la gente se obtiene una  nueva fuerza de trabajo obediente y dócil.
El panorama es desconsolador, Albino lo sabe, sobre todo ahora que en Colombia el Congreso de la República expidió la ley 1518 de abril 23 de 2012, por medio de la cual "se aprueba el Convenio Internacional para la protección de las Obtenciones Vegetales, UPOV 91". Cuando UPOV 91 es una norma que amplía el alcance de la propiedad intelectual de las semillas.
Aun así, él  es de los hombres que piensan que si el cielo existe debe ser los pocos metros que habita y cultiva. Por eso su casa es un santuario donde tiene una empresa de bastidores con la que se jubiló hace años y una granja auto-sostenible en la que produce el 80% de su alimentación ya que cuenta con unas 20 variedades de semillas de maíz, 15 de frijol, 15 de tomate, 40 especies en árboles frutales y unas 20 especies aromáticas, medicinales y condimentarias.

La empresa ideal
En 1982 empezó Zootecnia en la Universidad de Antioquia y terminó en el noventa. No  ejerció la carrera porque no quería ser mayordomo de los grandes empresarios que manipulaban los cultivos con pesticidas y químicos. Por eso envió una hoja de vida como simulacro para que su padre no lo presionara para conseguir trabajo.
De muchacho consiguió un trabajo en unas canchas de tenis en Envigado recogiendo pelotas. Fue ascendiendo hasta que se convirtió en instructor. Al terminar la universidad continuó con las clases de tenis y viajaba a San Luis donde su padre tenía una finca. En el 95, con el conflicto armado en el municipio, decidió quedarse en Medellín. En ese entonces en este territorio había más de ocho grupos armados, entre ellos: Las AUC del Magdalena Medio, las FARC, la Policía, el Ejército, Los del ELN, El bloque Nutibara.
En Medellín, en el 95, se asoció con un cuñado para hacer y vender bastidores. Después se dividieron y Albino retomó la idea, pero esta vez con la decisión de que esa era su oportunidad de conseguir lo que quería. Fue así que investigó sobre los bastidores porque sabía que debía hacer algo bueno, bonito, de calidad e innovador para que la empresa perdurara. Las primeras muestras le sirvieron para conseguir algunos clientes, que con el tiempo fueron aumentando. En el 2005 registró la marca “Lienzos” en Cámara de Comercio.
Logró posicionar su marca en una época en que la empresa era la única registrada con posibilidad de contratar con grandes clientes. Pero tuvo claro que solo iba a producir lo necesario, ni más ni menos. Lo importante, cree Albino, es tener tiempo para hacer lo que se quiere hacer. Por eso, ante las propuestas de ampliar sus pedidos se negó porque eso le implicaba aumentar la producción, cosa que repercutía en su tiempo libre. Tiempo que él emplea  en los proyectos comunitarios como el programa “Cabuyaliando” que busca  procesos de formación artística y cultural en la vereda. Con parte del presupuesto del acueducto veredal (ACCO) creó este programa donde la gente de la misma vereda dicta talleres de teatro, literatura, pintura, tejido, matemáticas, ajedrez y chirimía.

La casa de sueño
La imagen que tiene de pequeño es que su papá siempre tenía unos graneros que eran unos cajones muy grandes con varios cajones internos. Cuando levantaba las tapas encontraba variedades de semillas como frijol, maíz… había alimento en abundancia. Si llegaba alguna visita se marchaba con semillas porque la tierra enseña a ser generoso. Pero hacer eso ahora, piensa Albino, es como comercializar con narcóticos.
Albino tiene una nevera, la que está en la cocina, llena de semillas. Al abrirla se encuentran bolsas y bolsitas marcadas con el nombre de la semilla y el tiempo de recolección. Y como su padre, ofrece las semillas a sus amigos o familiares.
Su casa que es como entrar a un cuento ancestral donde hay vida por cada rincón y cada ser es importante. Las 50 gallinas y las 4 gansas aportan los huevos,  los 30 conejos la carne para las salchichas que se hacen en la misma finca, las naranjas son la base para el vino casero que se fermenta en unos galones, las plantas medicinales para tratarse ya que prefiere no ir al médico, la huerta provee de alimentos,  los 3 perros cuidan la casa y lo acompañan en su determinación de no traer hijos. Con Yolanda, su compañera de hace 23 años y quien trabaja con él, tomó la decisión porque cree que los hijos  no deben ser un accidente sino un deseo. Además no se imaginaba a un  hijo haciendo una fila en el seguro social y otras cosas terribles que pasan en un país sin garantías.

La Huerta casera
La huerta fue un proyecto que arrancó en el 2005 donde se buscaba que los productos no llevara agroquímicos o venenos que alteraran la semilla. Para los ciclos de siembra Albino utiliza el calendario Lunar que le permite saber los días aptos para sembrar, abonar y recolectar. Luego planea según las necesidades de consumo. De esta manera siempre tiene lechuga, papa, tomates, pepinos, maíz, frijol…
En las programaciones tiene en cuenta el semillero y el tiempo del trasplante. Si hizo una bandeja de plántulas determina que esa bandeja cabe en tantos metros cuadrados y por cada metro cuadrado necesita cierta cantidad de abono. El éxito en una finca orgánica es el abono y utiliza tres tipos: el Humus (lombrices); compostaje y abono líquido, que puede ser de forma anaeróbica o aeróbica; y los fungicidas e insecticidas de extractos de plantas.
Para albino la huerta es una apuesta para una sana alimentación porque cree firmemente que uno es el reflejo de lo que come, por lo que  comer, en sus palabras, es un hecho y el resto es una consecuencia.  Sabe que la Semilla transgénica también llamada OGM (Organismo genéticamente modificado) es creada por ingeniería genética, donde mezclan bacterias y virus con plantas y animales que altera el orden natural. Dos ejemplos son la Soya RR y el Maíz BT.
Albino sigue cultivando porque cree que mientras esté cerca de la tierra puede cultivarse a sí mismo. Incluso, si le toca hacer sus trabajos en la clandestinidad, lo hará porque sabe que a un hombre que le controlen el alimento es un hombre vulnerable.
Él, un hombre que a simple vista puede pasar de incógnito, como si fuera tan leve que apenas se nota su presencia, se mueve tan rápido que nadie se entera de que ha estado allí. Pero su voz, suave y pausada, queda retumbando al proclamar que si el agua y la tierra no pertenecen a los pequeños agricultores, todo esfuerzo por cambiar el sistema agrario será inútil. Agua y tierra que cada vez es más patria de los extranjeros.


3 comments:

Anónimo dijo...

Que bueno que estas historias, por cierto, pocas, sean contadas. A ver si algún día no tenemos que esperar nada de nadie. a sembrar se dijo.

Anónimo dijo...

Qué tan lejos de la autosuficiencia Alimentaria estamos en girardota? Será que la globalización es un proceso irreversible? Tendremos que consumir siempre todos los productos de afuera, o algún día habrá una verdadera política agrícola y económica municipal que salve la agricultura local y promueva nuestros propios productos, por encima de los que vienen de afuera? Hay desempleo en Girardota, pero, es que no hay tierra para sembrar?

Anónimo dijo...

Que hermosa historia... Exelente narración Camilo... (importantes las fuentes de los datos, para que te evites problemas con Lleras)me queda en el corazón una gran alegria porque es por medio de hombres que ponen al mundo su ejemplo, como se cambia el mundo. Gracias!