Por Juan Camilo Betancur
Pocos son los hombres que logran que sus palabras,
acciones y pensamientos sean un acto consecuente. Estos hombres en la
actualidad están en vía de extinción porque parece que se han olvidado de la
importancia de cultivar. Según la comunidad Huitoto, indígenas de la
Amazonía, el hombre está preparado para asumir responsabilidades el día que aprende
a sembrar.
Conocí uno de estos hombres, Albino Idarraga, en la
vereda el Cabuyal del municipio de Copacabana, que sin importar el problema que
hay legalmente con las patentes de las semillas, continúa cultivando la tierra
y su corazón.
Hombres que de una u otra forma se las han tenido que ver
con los emporios que han generado la dependencia mundial del petróleo.
Dependencia que empezó en 1870 cuando los Rockefeller crearon la primera
compañía petrolera y se volvieron multimillonarios. Dieron pie a que otras
familias, igual de poderosas, se asociaran e implementaran una educación para
el empleo y peor aún “la gran revolución verde”. Esta revolución, que inició en
las décadas de los sesenta y setenta, no
era otra cosa que la implementación de grandes monocultivos basados en
fertilizantes y pesticidas a base de petróleo. Revolución que aceleró el
dominio de las semillas y el mercado por gigantescas empresas como la Cargill,
Nestlé, Monsanto, Unilever y ConAgra, cuyo valor combinado de sus ventas es de
293 mil millones de dólares al año, mayor que el producto interno bruto de la
gran mayoría de los países latinoamericanos.
Para que esto fuera un hecho estas empresas se basaron en tres estrategias. La Primera, implementar
la ingeniería genética como un método de control. La Segunda, patentar las
semillas y la vida para declarar la semilla como propiedad privada y llamar delincuentes
a los campesinos o agricultores que conserven semillas. La tercera, buscar la
aprobación de los tratados del libre comercio. Estos tratados les permiten
privar a los agricultores del derecho de guardar semillas. Es por ello, que han diseñado una tecnología de exterminación
para crear semillas estériles. De esta manera generar la dependencia de la
humanidad porque quien controla el alimento controla la gente. Y si se controla
la gente se obtiene una nueva fuerza de
trabajo obediente y dócil.
El panorama es desconsolador, Albino lo sabe, sobre todo
ahora que en Colombia el Congreso de la República expidió la ley 1518 de abril
23 de 2012, por medio de la cual "se aprueba el Convenio Internacional para
la protección de las Obtenciones Vegetales, UPOV 91". Cuando UPOV 91 es
una norma que amplía el alcance de la propiedad intelectual de las semillas.
Aun así, él
es de los hombres que piensan que si el cielo existe debe ser los
pocos metros que habita y cultiva. Por eso su casa es un santuario donde tiene
una empresa de bastidores con la que se jubiló hace años y una granja
auto-sostenible en la que produce el 80% de su alimentación ya que cuenta con
unas 20 variedades de semillas de maíz, 15 de frijol, 15 de tomate, 40 especies
en árboles frutales y unas 20 especies aromáticas, medicinales y condimentarias.
La empresa ideal
En 1982 empezó Zootecnia en la Universidad de Antioquia y
terminó en el noventa. No ejerció la
carrera porque no quería ser mayordomo de los grandes empresarios que
manipulaban los cultivos con pesticidas y químicos. Por eso envió una hoja de
vida como simulacro para que su padre no lo presionara para conseguir trabajo.
De muchacho consiguió un trabajo en unas canchas de tenis
en Envigado recogiendo pelotas. Fue ascendiendo hasta que se convirtió en
instructor. Al terminar la universidad continuó con las clases de tenis y
viajaba a San Luis donde su padre tenía una finca. En el 95, con el conflicto
armado en el municipio, decidió quedarse en Medellín. En ese entonces en este
territorio había más de ocho grupos armados, entre ellos: Las AUC del Magdalena
Medio, las FARC, la Policía, el Ejército, Los del ELN, El bloque Nutibara.
En Medellín, en el 95, se asoció con un cuñado para hacer
y vender bastidores. Después se dividieron y Albino retomó la idea, pero esta
vez con la decisión de que esa era su oportunidad de conseguir lo que quería.
Fue así que investigó sobre los bastidores porque sabía que debía hacer algo
bueno, bonito, de calidad e innovador para que la empresa perdurara. Las
primeras muestras le sirvieron para conseguir algunos clientes, que con el
tiempo fueron aumentando. En el 2005 registró la marca “Lienzos” en Cámara de Comercio.
Logró posicionar su marca en una época en que la empresa
era la única registrada con posibilidad de contratar con grandes clientes. Pero
tuvo claro que solo iba a producir lo necesario, ni más ni menos. Lo importante,
cree Albino, es tener tiempo para hacer lo que se quiere hacer. Por eso, ante
las propuestas de ampliar sus pedidos se negó porque eso le implicaba aumentar
la producción, cosa que repercutía en su tiempo libre. Tiempo que él
emplea en los proyectos comunitarios
como el programa “Cabuyaliando” que busca procesos de formación artística y cultural en
la vereda. Con parte del presupuesto del acueducto veredal (ACCO) creó este
programa donde la gente de la misma vereda dicta talleres de teatro,
literatura, pintura, tejido, matemáticas, ajedrez y chirimía.
La casa de sueño
La imagen que tiene de pequeño es que su papá siempre tenía
unos graneros que eran unos cajones muy grandes con varios cajones internos.
Cuando levantaba las tapas encontraba variedades de semillas como frijol, maíz…
había alimento en abundancia. Si llegaba alguna visita se marchaba con semillas
porque la tierra enseña a ser generoso. Pero hacer eso ahora, piensa Albino, es
como comercializar con narcóticos.
Albino tiene una nevera, la que está en la cocina, llena
de semillas. Al abrirla se encuentran bolsas y bolsitas marcadas con el nombre
de la semilla y el tiempo de recolección. Y como su padre, ofrece las semillas
a sus amigos o familiares.
Su casa que es como entrar a un cuento ancestral donde hay
vida por cada rincón y cada ser es importante. Las 50 gallinas y las 4 gansas
aportan los huevos, los 30 conejos la
carne para las salchichas que se hacen en la misma finca, las naranjas son la
base para el vino casero que se fermenta en unos galones, las plantas
medicinales para tratarse ya que prefiere no ir al médico, la huerta provee de
alimentos, los 3 perros cuidan la casa y
lo acompañan en su determinación de no traer hijos. Con Yolanda, su compañera
de hace 23 años y quien trabaja con él, tomó la decisión porque cree que los
hijos no deben ser un accidente sino un
deseo. Además no se imaginaba a un hijo
haciendo una fila en el seguro social y otras cosas terribles que pasan en un
país sin garantías.
La Huerta casera
La huerta fue un proyecto que arrancó en el 2005 donde se
buscaba que los productos no llevara agroquímicos o venenos que alteraran
la semilla. Para los ciclos de siembra Albino utiliza el calendario Lunar que
le permite saber los días aptos para sembrar, abonar y recolectar. Luego planea
según las necesidades de consumo. De esta manera siempre tiene lechuga, papa,
tomates, pepinos, maíz, frijol…
En las programaciones tiene en cuenta el semillero y el
tiempo del trasplante. Si hizo una bandeja de plántulas determina que esa
bandeja cabe en tantos metros cuadrados y por cada metro cuadrado necesita
cierta cantidad de abono. El éxito en una finca orgánica es el abono y utiliza tres
tipos: el Humus (lombrices); compostaje y abono líquido, que puede ser de forma
anaeróbica o aeróbica; y los fungicidas e insecticidas de extractos de plantas.
Para albino la huerta es una apuesta para una sana
alimentación porque cree firmemente que uno es el reflejo de lo que come, por
lo que comer, en sus palabras, es un
hecho y el resto es una consecuencia. Sabe que la Semilla transgénica también
llamada OGM (Organismo genéticamente modificado) es creada por ingeniería
genética, donde mezclan bacterias y virus con plantas y animales que altera el orden
natural. Dos ejemplos son la Soya RR y el Maíz BT.
Albino sigue cultivando porque cree que mientras esté
cerca de la tierra puede cultivarse a sí mismo. Incluso, si le toca hacer sus
trabajos en la clandestinidad, lo hará porque sabe que a un hombre que le
controlen el alimento es un hombre vulnerable.
Él, un hombre que a simple vista puede pasar de
incógnito, como si fuera tan leve que apenas se nota su presencia, se mueve tan
rápido que nadie se entera de que ha estado allí. Pero su voz, suave y
pausada, queda retumbando al proclamar que si el agua y la tierra no pertenecen
a los pequeños agricultores, todo esfuerzo por cambiar el sistema agrario será
inútil. Agua y tierra que cada vez es más patria de los extranjeros.
3 comments:
Que bueno que estas historias, por cierto, pocas, sean contadas. A ver si algún día no tenemos que esperar nada de nadie. a sembrar se dijo.
Qué tan lejos de la autosuficiencia Alimentaria estamos en girardota? Será que la globalización es un proceso irreversible? Tendremos que consumir siempre todos los productos de afuera, o algún día habrá una verdadera política agrícola y económica municipal que salve la agricultura local y promueva nuestros propios productos, por encima de los que vienen de afuera? Hay desempleo en Girardota, pero, es que no hay tierra para sembrar?
Que hermosa historia... Exelente narración Camilo... (importantes las fuentes de los datos, para que te evites problemas con Lleras)me queda en el corazón una gran alegria porque es por medio de hombres que ponen al mundo su ejemplo, como se cambia el mundo. Gracias!
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