29 dic 2024

Periodista es agredido físicamente por protestar contra ruido de vecino

 

El agresor fue (Foto) Juan David Muñoz Valencia, oficial de construcción de Girardota, detenido durante la noche del sábado 28 de diciembre, por agredir a periodista, hoy libre.


Por Mauricio Hoyos Muñoz

Ayer recibí un puño en la cara que me dañó las gafas y me las enterró en la cara, cortándome con ellas el pómulo y la nariz. Recibí con amor el beso fraterno de la violencia doméstica. Me guardo el derecho a devolverlo, por este medio. Fue un golpe cobarde, lanzado desde la oscuridad, cuando no estaba yo encarando al agresor, el oficial de construcción Juan David Muñoz Valencia (tío y compañero tan amado de la infancia, un hermano mayor), por no querer aguantar la bulla que estaba haciendo su hijo (guaracha, la cosas más insoportable de todo el amplio espectro musical local, por su excesivo volumen, monotonía y estupidez, que solo puede soportarse bajo los efectos de alguna droga enervante, como el tusi), justo en frente de mi casa, en la vereda Juan cojo del Municipio de Girardota. 


No es un tema de ayer, pues ya muchas veces hemos probado la ineficacia del 123 para que la policía atienda nuestras quejas por el ruido vecinal, por lo que ayer tuvimos que ir por los agentes hasta la estación de policía. Frente a los agentes mismos recibí el golpe de Juan David. No es la primera vez que se torna violento y es la manera que tiene, en su profunda ignorancia, de reaccionar cuando se le lleva la contraria. Y anoche se ganó su carcelazo, sin lograr con su vulgar violencia aplacar mi interés en resistirles por el derecho al silencio, a la tranquilidad y a la paz, cuya afectación atenta gravemente contra la salud de las personas, incluyendo a los tontos que la soportan voluntariamente, como a gran cantidad de animales, en especial a la diversidad de aves que habitan esta montaña.


No tengo ningún temor a exponerme a su violencia. Jamás he perdido la compostura ante los insultos de los vecinos. Siento que lo que no debemos es hacernos tolerantes o cobardes ante sus exabruptos y fiestas desenfrenadas, que por "cultura", tienen cada ocho días, o cada que la gallina pone un huevo o hay plata en la billetera para beberse. 


Quienes han tenido que soportar a un vecino ruidoso, que son casi la mayoría de los colombianos, saben que el ruido es algo que solo pueden defender con violencia, porque no los asiste argumento alguno. Pero no proviene esta de que se les viole derecho alguno, sino de que alguien se atreva a no "degustar" sus sonoros berrinches alcohólicos y desamores adolescentes (al final, es solo su forma de desahogarse por la frustración de estar vivos sin acceder a los múltiples e innecesarios deseos que les suscita el capital). Y hay de quien revire.  Como canta jocosamente por estos días el Dueto del Pueblo: “pum en un ojo”. 


Esta guerra, nacional, ya tiene muertos. Como el reciente caso del cartagenero Rafael Cueto Ávila, de 35 años, asesinado por uno de sus vecinos ruidosos después de que les reclamara por el excesivo volumen, según la prensa, en Rionegro, en octubre de 2024. Le ocurrió lo mismo a Gilberto de Jesús Alzate García, en Medellín, de 48 años. Aquí matar es deporte nacional.


Antes había tenido problemas por un gallo que tenían viviendo casi bajo mi almohada, apenas a tres metros de mi cama, los vecinos, con el respaldado del mismo personaje, problema que tuve que resolver yo mismo, cambiándole de hogar al gallo, entre la fatiga de no poder dormir y la rabia de la impotencia, que es mejor no dejar acumular. Desde entonces, mis vecinos gozan considerándome un bandido de baja estofa: ladrón de gallos. Mauricio Hoyos, escritor, periodista, ecologista, realizador audiovisual, editor, librero y ladrón de gallos. 


Juan David tiene otro feo antecedente, y quiero dejar aquí constancia, como en la Fiscalía, que resulta siendo un delito más grave todavía. Apenas el mes pasado, cuando le reclamé por una obra también arbitraria, en el lindero de mi casa, me merecí una rabiosa amenaza de muerte y el temido y de moda "y lo pago". Que no me mataba porque ahí al lado estaba su mamá, mi abuela. Pero no solo ella, había siete testigos, entre los cuales habían dos niños. Él creería que era un chiste, pero tan gracioso es que da varios años de cárcel, según el código penal. Dirán que es por el común y "respetable" abuso del aguardiente, pero yo creo que es más triste que eso, es la podredumbre absoluta del alma, la muerte en vida. 


Ya estamos muertos si tenemos que quedarnos con las manos cruzadas y aguantar a estos ruidosos bandidos, avalados por la "cultura  popular". (Aunque una cultura que se imponga por la violencia no es más que VIOLENCIA). Y el círculo más íntimo de la familia tiene el descaro de considerar que el hombre le asiste alguna razón cultural o derecho decembrino o el “derecho de fiestas”. No hay razón para molestarle la vida al vecino, el sueño, la salud, la tranquilidad, así sea de una sola persona, son sagrados. Y lo serán cuando estos personajes sean los que tengan temor y no los ciudadanos respetables. Que no seamos nosotros los que tengamos que huir de los barrios y veredas afectadas por la contaminación auditiva. Que les cueste caro.


Y espero que el próximo año, con la nueva Ley anti ruido, recibamos del Estado alguna mano. Esto le vendría tan bien al erario público, que se podría pagar a los profesores de las universidades públicas, hoy en crisis, con la plata de las millonarias multas a los ruidosos. Mis vecinos serían contribuyentes felices. 




1 comments:

Anónimo dijo...

Según El colombiano, el 70% de las llamadas al 123 en el Valle de Aburrá son por quejas de RUIDO. Mauricio NO ESTÁ SOLO. Según la nueva norma, el comparendo por alterar “la tranquilidad” de un barrio subirá hasta 16 salarios mínimos diarios legales vigentes. Daniel Carvalho, senador colombiano, asegura en su web: "En Medellín y el Valle de Aburrá el 48% de los ciudadanos consideran que el ruido es un problema ambiental prioritario". Con impactos en la salud física y mental como "sordera, ataques de nervios, estrés, ansiedad, presión arterial alta, dolores de cabeza, mareos, ineficiencia o baja productividad en el trabajo, insomnio, entre otros." " “El problema es que un solo vecino saque un parlante y dañe la calma de todo un barrio”, puntualizó, en Infobae. Que este orangután le caiga todo el peso de la Ley, es un síntoma del país violento y podrido que queremos dejar atrás los colombianos.