TRES MINUTOS CON EL IDIOMA
Por Nelo Solo
Por Nelo Solo
Cita 1: “Anónimo dijo... Se entiende por chimenea
‘madera que arde y su humo se riega por la zona’; pero qué madera para hacer daño, perdón, qué manera de hacerles daño a los demás...”
Alcaldía aclarará situación del
tiquete estudiantil”. Pueblo. La chimenea
informativa de Girardota, chimeneainformativa.blodspot.com
Cita 2: “De
nada sirve decir ciudadanos y ciudadanas si a ellas les siguen pegando más y pagando menos en virtud de su sexo”.
Ruiz-Navarro, Catalina. “Todos, todas, todes”. elespectador.com 21 de marzo de 2012.
Al margen de
que el autor de la cita 1 confunda la parte –los comentarios de los lectores–
con el todo –los artículos de Pueblo–
(falacia metonímica), dos reconocimientos es necesario hacer: el primero, que
ciertamente ‘chimenea’ es una metáfora en la que ‘humo’ es remplazado por
información y el verbo reflexivo ‘regarse’ es remplazado por esparcirse; el
segundo reconocimiento tiene que ver con el hábil manejo de los sustantivos
‘madera’ y ‘manera’. Cuando el emisor juega con los segmentos de una palabra,
mediante la alternancia (la d y la n de madera/manera y la a y la e de los gerundios pagando/pegando), para producir efectos de
sentido especiales, se despliega la función poética del lenguaje.
Recordemos que
fue Roman Jakobson (Lingüística y poética,
Madrid, Cátedra, 1983) quien postuló la función poética del arte verbal.
Textualmente dijo: “La función poética proyecta el principio de la equivalencia
del eje de la selección sobre el eje de la combinación […] La selección tiene
lugar con base en una equivalencia: similitud, desigualdad, sinonimia,
antonimia; mientras que la combinación -el entramado de la secuencia- se basa
en la proximidad […] La equivalencia se convierte en el recurso constitutivo de
la secuencia”. La función poética del acto verbal no es homologable al género
literario llamado poesía. Así lo subraya Jakobson: “Cualquier intento
encaminado a reducirla [la función poética] a poesía, o viceversa, constituiría
una forma engañosa de simplificar las cosas al máximo” –p. 37– y “El estudio
lingüístico de la función poética debe sobrepasar los límites de la poesía, y,
por otra parte, el análisis lingüístico de esta no puede limitarse a aquella”
–p. 39–.
En la función
poética del lenguaje está la base de los juegos del lenguaje. Producciones
discursivas desde la frase hasta la composición breve en prosa exhiben ese
grado de creatividad e innovación que aquí se denomina función poética. Con una
leve modificación, la frase de la cita 1 deviene poética (armónica, estética,
eficaz): ‘¡Qué madera para hacer daño, qué
digo, qué manera de hacerles daño a los demás!’. Lo mismo puede decirse de la frase de la cita 2, asumiendo que el
pronombre personal ellas subsume el
sexo (género) femenino: ‘De nada sirve
decir ciudadanos y ciudadanas si a ellas les siguen pegando más y pagando
menos’.
La
discursividad cotidiana está llena de juegos de lenguaje, en los que se
proyectan equivalencias entre sonidos simples (vocales y consonantes, como en
las citas 1 y 2) Los chistes de salón son ejemplo de ello: que un preso le
pregunta a otro que porqué esta privado de la libertad, a lo cual le responde
que por culpa de una vocal, porque si en vez de haber hecho una estafa hubiera hecho una estufa…; o que un tipo decidió
suicidarse poniendo una bomba en la pata de su cama y que cuando llegó al cielo
le preguntó a san Pedro que si se había volado los sesos, a lo cual le contestó
que los sesos no, las esas… Igual cosa sucede en tengo un hombre atrás por tengo un
hambre atroz; la siguiente caricatura de Matador explota el juego de vocales a x o
en hambre:
Corrección
La dislocación
(permutación) de sílabas también es ilustrativa de tales efectos humorísticos,
como en se me lengua la traba por se
me traba la lengua, píseme la panza
por páseme la pinza, están de cojí
pipidos por están de pipí cogidos (muy amigos) y al capo no lo perran dos veces por al perro no lo capan dos veces;
nótese que en los cuatro ejemplos el verbo se desplaza al sustantivo, y
viceversa.
Un juego de
lenguaje muy recurrido en Colombia, especialmente por el humor bogotano, es el
calambur. Se trata de camuflar (encapsular) un idea dentro de otra, mediante la
juntura o separación silábica. El ejemplo clásico de este dispositivo
lingüístico es la apuesta ganada a un amigo por el poeta Quevedo, quien apostó
decirle a la reina de España que ella era coja; para lograrlo le llevó dos
ramos de flores, y le dijo: “Entre el clavel y la rosa su Majestad escoja”. Otros ejemplos de calambur son: voy a mi arbolito; orinitica
vuelvo; vayamos a bailar donde Estela…donde esté
la puerta abierta; gracias…las
del mico; prohibido pegar a Nuncios
(cuando la toma de la embajada dominicana). El calambur colombiano se parece,
en la forma, al albur mexicano, con la diferencia de que el albur casi siempre
alude a referentes sexuados.
Algunos recordarán
el programa radial humorístico “La escuelita de doña Rita”. La llamada a lista
era precisamente una lista de calambures: Abraham Tirado Bueno, Aidé Mora, Angélica
Galindo, Aquiles Cuesta Caro, Armando Paredes, Cebelinda Parada, Celia Granda
de Alegría, Cimelemón Tolomeo, Lesvia Ana Bocanegra, Lastenia Rojas, Lía Prieto
Rico, María Dolores de Barriga, Mary Cano, Marisol Paniagua, Mónica Correa,
Omaira Pérez Ossa, Porciúnculo Moreno, Zoila Bacca del Toro... El filólogo José
Joaquín Montes en “Semántica y humorismo” (Estudios
sobre el español de Colombia, Bogotá, ICC, 1985) explica cómo y porqué “la
equivalencia se convierte en el recurso constitutivo de la secuencia”, a partir
de lo dicho más atrás por Jakobson.
Otros juegos
de lenguaje exhiben ya cierta complejidad semántica, pero siguen siendo
creatividad de la llamada poética popular. Muestra de ello son los términos amigovio y movio, de uso pueblerino; hermafrodita:
co-presencia de los dioses Hermes y Afrodita; motel: acrónimo de Motorist Hotel; Aguilán, el gallo de Mejía Vallejo: concurrencia de águila y
gavilán; y Guaviare, confluencia de
los ríos Guayabero y Ariari.
Entre los casi
mil comentarios a los artículos de Pueblo
hay muchos como el de la cita 1: elaborados, amigables, elegantes y poéticos.
Lástima que Pueblo: la Chimenea
informativa de Girardota hubiera tenido que recurrir a la siguiente nota
exhortativa: “Que su comentario sea
anónimo no lo exime de responsabilidades legales. Evite la injuria y la
calumnia o atentar contra el buen nombre de las personas”.
¡Juego limpio, señores!
1 comments:
Este artículo me recordó lo mucho que me gustan los juegos de palabras, y lo malo que soy para inventarlos. Gracias Nelo por Tres Minutos con el Idioma.
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