Por Estefanía Carvajal Restrepo
Gloria Elena Mesa no
tiene capa ni antifaz, no puede volar ni lanzar rayos láser por sus ojos, no es
súper fuerte ni tiene doble identidad; pero es toda una heroína. Su cuartel
general, que comparte con sus padres, queda en un cuarto piso, sobre la calle
séptima, por la entrada del pueblo; y en la terraza, de unos veinte metros
cuadrados, está el laboratorio.
Gloria nació hace 35
años en la finca El Higuerón, en el
municipio de Guadalupe, al norte del departamento antioqueño. Cuando tenía 20
años, su familia se trasladó a Girardota en busca de mejores oportunidades.
Terminó el bachillerato en la Institución Educativa Atanasio Girardot, y
actualmente está haciendo las prácticas de la Tecnología de Producción Agrícola
del SENA. Además, espera ser madre dentro de pocos meses.
Las Bifloras
A Gloria siempre la ha
fascinado el campo y vivir en el casco urbano no ha sido un obstáculo. Hace
cuatro años nació la Corporación de Jardinería Las Bifloras, a partir de unas
charlas de jardinería que dictó la Secretaría de Agricultura. La corporación
cuenta con una docena de miembros, y tiene además un vivero, también llamado Las Bifloras, a la entrada de la vereda
Portachuelo. La biflora es una planta muy popular en Girardota, pues el municipio tiene el clima perfecto para cultivarlas, a pesar de que no son nativas de Colombia.
El vivero existe
gracias a la generosidad de una mujer que arrendó la tierra a la corporación, a
muy bajo precio. En la pequeña porción de tierra hay muchas especies de plantas
ornamentales, con un valor agregado: no se usa ningún tipo de químicos y el
abono es hecho por las mismas mujeres de la corporación en una compostera. El
peligro de usar químicos en los viveros es que las plantas se acostumbran a
ellos, y cuando el cliente se las lleva para su casa, las plantas no se ven tan
bonitas, ni tan saludables, ni tan florecidas. Los fertilizantes en los cultivos
acaban con las plantas; para Gloria, nos estamos intoxicando con lo que
comemos.
Las
bifloras tiene un punto de venta de plantas ornamentales, los
sábados en la plaza de mercado del pueblo. Aunque por motivos económicos la
corporación no pertenece a la Cooperativa de Campesino de Girardota, Campogir,
varios de sus miembros, entre los que se encuentra Gloria, sí hacen parte de
esta.
La
infiltrada
A principios de 2011,
cuando María Eugenia Valencia era secretaria de agricultura, Gloria escuchó
sobre el programa de custodios de semillas y se imaginó que era algo así como
los guardabosques. Muchas personas se inscribieron al programa y Corantioquia,
responsable de la protección y promoción de los recursos medioambientales del
departamento, llegaba cada mes a Girardota a darles capacitaciones sobre
agroecología, manejo de suelos, biopreparados para las plantas y conservación
de semillas. Así, Gloria entendió que un custodio no es un hombre o una mujer
que defiende a capa y espada el tesoro que le fue comendado, al menos no
literalmente.
En el encuentro de
custodios de semillas del eje cafetero, en 2010, se dijo que los custodios son “individuos
que se comprometen voluntariamente a trabajar en la conservación, protección y
reproducción de las semillas, diseñando maneras de sistematizar, controlar,
intercambiar y hacer seguimiento de los lugares en los que éstas se encuentran”.
Además, su función primordial “es mantener el número de semillas a su cargo en
permanente disposición, garantizando su estabilidad en el tiempo y asegurando
que no se presente una erosión genética de las semillas”.
En los encuentros de
custodios de semillas, la compartición de conocimientos y experiencias va
acompañada de la compartición del alimento, y del trueque de las semillas. Así
se vivió el encuentro de custodios de Antioquia en febrero de este año, en el
que se comprometieron a “seguir
cultivando esta cultura de reciprocidad con el territorio, promoviendo la
agrodiversidad y la Soberanía Alimentaria desde el hacer cotidiano de nuestras
fincas, tejiendo y fortaleciendo esta red de custodios que camina con la semilla,
adaptándola para que pueda hacer frente a los retos del calentamiento global y
la concentración de la tierra, que nos obliga a ejercer nuestra agricultura en
los terrenos más difíciles, en los suelos más pobres, con creatividad,
adecuando nuestras tecnologías a las necesidades locales.”
Gloria es una de los
doce custodios de semillas que hay en el municipio de Girardota, y la única que
vive y siembra en el casco urbano. El resto de custodios son campesinos y
campesinas dueños de tierra en las veredas girardotanas, por eso se llama a sí
misma “la infiltrada”. A Gloria, que es de origen campesino, le encantaría
poder vivir en una casita con solar, pero mientras no se pueda tampoco se vara.
El
laboratorio
La terraza del
apartamento de Gloria es el hogar de más de cincuenta especies de plantas,
entre comestibles y ornamentales, una docena de pollos de distintas edades y
dos tórtolas. Uno de los pájaros, Fichi, es ciego de un ojo y anda y vuela libre
por toda la casa. Este laboratorio es, sin duda, una finca de cemento.
En la finca de Gloria
no se usan químicos, ni fertilizantes, ni pesticidas. Tampoco hay lugar para
los transgénicos, ni para las semillas intervenidas con la “tecnología
terminator”, que se refiere a la procesos que modifican las plantas para que en
la primera cosecha se produzcan semillas estériles.
Las plantas que Gloria
cuida como a sus hijas son completamente orgánicas. La tierra abonada la
importa del vivero Las Bifloras; e
incluso, cuando su madre viaja a Guadalupe, trae bultos de tierra, de la mejor
que hay. En lugar de insecticidas, Gloria rocía las plantas con polvillo de
tabaco, y cuando las va a trasplantar, humedece las raíces con “la carne” de la
penca sábila. Los pollos, que son para el consumo de la casa, los alimenta con
maíz y cuido.
Nada se desperdicia en
la huerta de Gloria. Aromáticas, tomates, cilantro, cebolla, ajillo,
zanahorias, citronela; y plantas ornamentales, cactus, orquídeas, bromelias. Gloria,
que es buena con las zanahorias, en compañía de su madre, que tiene mano para
las ornamentales, mantiene la terraza de mil colores.
Sin embargo, sostener
la finca de cemento no es nada fácil. Todo debe ser sembrado en macetas, y
Gloria y su madre no se deben exceder, porque si la huerta de la terraza sigue
creciendo, puede tumbar la casa. Además, las condiciones climáticas de un quito
piso no son las más adecuadas: hay demasiado viento y los desechos de las
fábricas que aloja el municipio pueden afectar las plantas. No obstante, prima la
responsabilidad de ser custodio de semillas.
Proteger
las semillas: cuestión de soberanía alimentaria
El sector agro en
Colombia está atravesado por diversas condiciones políticas, culturales,
sociales y económicas que lo determinan. Dos fallidos intentos de reforma
agraria, el conflicto armado, la concentración de la tierra en los pocos
capitales, el desplazamiento forzado, la implementación de agrocombustibles y
cultivos transgénicos, los alimentos importados, las políticas públicas
diseñadas para lo urbano, las políticas asistencialistas estatales, los
recientes tratados de libre comercio y la carencia de soberanía alimentaria.
Que estas características determinen la economía campesina de un país cuyo
factor de producción más importante es la tierra, es deplorable.
Según Gloria, pero
también según los indígenas, campesinos, afros y demás sectores sociales, “cuando
un pueblo es dueño de sus semillas, es dueño de su alimentación y puede
progresar; la semilla es la identidad cultural de cada pueblo, y cuando un
pueblo no es dueño de sus semillas está expuesto a que hagan con él lo que
quieran. Las multinacionales ven en las semillas un gran negocio, y ya empiezan
a pedir semillas certificadas”.
En el artículo 25 de la
Declaración Universal de los Derechos del Hombre, se expone que toda persona
tiene derecho a un nivel de vida adecuado, y nivel de vida adecuado supone
alimentación adecuada. Por eso, la exigencia de los colombianos debe ser la
soberanía alimentaria.
“La
soberanía alimentaria es el derecho de los países y los pueblos a definir sus
propias políticas agrarias, de empleo, pesqueras, alimentarias y de tierra, de
modo que sean ecológica, social, económica y culturalmente apropiadas para ellos
y sus circunstancias únicas. Eso incluye el verdadero derecho a la alimentación
y a producir los alimentos, lo que significa que todos los pueblos tienen
derecho a una alimentación sana, nutritiva y culturalmente apropiada, y a la
capacidad para mantenerse a sí mismo y a sus sociedades.”
(Swissaid:13:2004/recuperando vida)
En el Congreso Nacional
de Tierras, Territorios y Soberanías, realizado en la ciudad de Cali a finales
de septiembre y principios de octubre de 2011, y que contó con la participación
de más de 15 mil personas de todos los sectores sociales, uno de los temas
centrales fue la soberanía alimentaria.
“El sexto mandato general es construir una
economía propia y articulada de los pueblos, no supeditada al mercado global, que
garantice la soberanía y autonomía alimentarias y los saberes asociados a las
semillas, las plantas y los alimentos. Vamos a fortalecer las prácticas de
producción, transformación, intercambio y consumo culturalmente apropiadas,
socialmente justas y en armonía con la vida; no utilizaremos ni permitiremos
agrotóxicos y transgénicos; impediremos la presencia de los agrocombustibles,
plantaciones forestales y otros monocultivos que amenazan nuestra soberanía
territorial y alimentaria.” (Declaración final del Congreso Nacional de
Tierras, Territorios y Soberanías)
Ser custodio de
semillas es creer en la soberanía alimentaria, es creer en un mejor futuro para
nuestros hijos; es decir no a los transgénicos, a los químicos que dañan
nuestro cuerpo; es saber que lo que estoy comiendo es mi tierra, mi pueblo, mi
gente, mi cultura, mi identidad.
3 comments:
me gustó el artículo
hermosas palabras, muy clara la situación y muy bien evidenciado el camino. gracias por el artículo, que pondré entre mis documentos vitales.
De quién son las semillas?
http://www.elcolombiano.com/BancoConocimiento/D/de_quien_son_las_semillas/de_quien_son_las_semillas.asp
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