En busca de la Pax Romana

Foto: Bibiana Ramírez Betancur. Texto Mauricio Hoyos.  No habrá paz mientras haya tanto miedo 

¿Qué porción del pastel de la paz nos tocará a los Girardotanos, cuando se deje de gastar tanto dinero de los contribuyentes en armas y militares, cerca del 5% del PIB, alrededor de 21, 5 billones de pesos para el 2013, por encima de cualquier otro gasto?  ¿Cómo nos ha afectado la guerra interna a quienes no estamos cerca de la guerra?

¿Será el fin de la confrontación entre colombianos, a partir de un tratado de paz con las guerrillas envejecidas? ¿No exterminaron a la Unión Patriótica? ¿Acaso portan los enemigos de la paz un fusil, con sus billeteras? ¿No es un peligro disentir en Colombia? ¿No son la mayoría de nuestras fuentes anónimas? ¿Y nuestros comentaristas del blog?

A propósito del coro de pacifistas que se viene levantando los últimos días en los medios colombianos, hastiados también con las noticias de la guerra interna, es bueno ser realistas.

 Cito este párrafo completo de un aguerrido analista, publicado recientemente:

“Es cierto que la paz tiene un clima favorable. La sociedad entera la quiere y los grupos insurgentes han mostrado disposición para el diálogo y el acuerdo. Sin embargo, Santos mantiene la indefinición y la debilidad derivada de su esencia política retrógrada por la responsabilidad directa en los “falsos positivos”, su complicidad con el alto mando militar uribista, su participación en el bombardeo a Ecuador para acribillar a Raúl Reyes, la promoción de Santoyo, el respaldo a más generales inmersos en las redes del narcotráfico, la aprobación de la reforma a la justicia favorable a la parapolítica, la entrega del país a las multinacionales mineras y la mascarada de la “reforma agraria” disfrazada de falsa restitución de tierras y reparación de las víctimas de la violencia. Santos no tiene legitimidad política.”

Por otro lado, la derecha acaudalada y afianzada en el poder, expresa su versión de las cosas por boca del general Navas (citado en la columna de Alfredo Molano, 26-08-12): “La paz tiene que llegar algún día, pero después de ganar la guerra en el campo de batalla… para lograr la paz hay que ganar la guerra, y la guerra se gana en las selvas de Colombia”. Esto es, borrando de la faz de la tierra a los rebeldes. Y sus ideas. Pero principalmente sus ideas.

Vemos lejos las reformas que requiere el país para disminuir la horrible desigualdad, origen de nuestro conflicto. Esto se puede leer en las montañas de Girardota, que no están en guerra ni padecen la peste guerrillera. Pero son peladeros. 

Decía el anterior Alcalde, Guillermo Ochoa, en El colombiano (5-12-2011), que nuestras montañas se están quedando sin campesinos: “en el futuro no vamos a tener quién cultive el campo". Lamentables palabras. ¿En manos de quién está el campo girardotano, entonces?  De qué peste.

Grandes cantidades de tierras montañeras  han sido entregadas a la erosión. Se desmoronan. “Se derriten”, como dijera el mismo Santos en un invierno pasado. Y no es precismente por albergar demasiado bosque, talado con “el hacha que nos dejaron los mayores por herencia”.

Pero esto se ve con bacanería. Las fincas interfieren con el paisaje campesino desde siempre, pero  nunca con tanta abundancia como hoy día.

Es que el ganado de los contados ricachones del pueblo ha impactado de manera brutal sobre el territorio campesino.

Ahora, legalmente esa “propiedad privada” no le compete administrarla al Estado. Y sin embargo, un potrero de grandes dimensiones, como casi todos los potreros de Girardota, tiene “impacto ambiental”, que sí nos afecta a todos y le compete al Estado regular: genera efecto invernadero y es tierra  improductiva.

Muy improductiva

Esa tierra cubierta de verde pasto idílico además es negocio rezagado en el que Colombia no puede competir con otras naciones. Por eso el periódico económico más importante del país, Portafolio, tituló recientemente (5-5-2012): “Al sector ganadero le va a ir muy mal con los TLC”, según expresó José Félix Lafaurie, director de Fedegán (Federación Colombiana de Ganaderos).

Y para que algún día estas tierras vuelvan a ser tierras campesinas hay que hacer con ella ingentes trabajos de recuperación… pero más antes la revolución. De lo que se infiere, no hay paz sin revolución. Una revolución verde, limpia, sin “locomotoras”, sin armas.

Soberanía alimentaria

La producción de alimentos en Girardota es buena, variada, pero insuficiente. No podemos abastecernos completamente con las legumbres de esas veredas. Para que eso suceda también habrá que hacer otra revolución, agrícola.

Aunque hay muchos tipos de comida sembrada, no es suficiente para nuestro promedio de 50 mil habitantes.

Si como política económica y social se redujeran los alimentos foráneos de Girardota y se reforzara seriamente la agricultura local, las huertas urbanas y rurales (como se intenta tímidamente), estaríamos bien encaminados.

Si se firma la paz en Colombia se habrá dado un paso, pero quedaría pendiente la revolución. El término, incluso, parece desechado e incluso satanizado por la televisión. ¿Pero hasta cuándo seguiremos creyendo en el Gran Hermano?