3 feb 2016

El sistema está caído


Por Eliana H.

Carolina tiene 4 años, la llevan de la mano con evidente afán. Son las 6: 15 a.m. de un lunes de enero del naciente 2016. El apuro de la mamá de Carolina se debe a que tiene que llegar a la nueva sede de la EPS Savia-Régimen subsidiado. Tiene que hacer la fila para coger el ficho que le permita entregar los papeles para ver si le autorizan una orden para poder acceder a servicios médicos especializados. Parece un trabalenguas, pero así de enredado es cualquier trámite en este país.


La forma como opera el sistema de salud en Colombia, sea contributivo o subsidiado, padecido por –casi- todos y todas (menos por Vargas Lleras), evidencia lo evidente: una sucesión de pésimos gobiernos. También  desvela otra realidad que posiblemente deambula en las conciencias de muchos compatriotas, pero que no se reconoce, esto es: la cuota de inercia, insensatez e inmoralidad del pueblo colombiano. La corrupción no solo se encuentra en el poder público, sino también en la mente del pueblo que elige esta clase de gobiernos.

Las formas en que seguimos siendo gobernados y, en consecuencia, como se administran nuestros recursos, es la prueba reina de esa verdad: de que se ha ejercido mal el derecho y el deber constitucional de elegir los gobernantes. Es posible que algún día ocurra, que haciendo una eterna fila en su EPS para reclamar un ficho para entregar un papel para que le den una orden médica, usted reflexione sobre el voto que cambio por desinteresados e inofensivos regalos, como: bultos de cemento, tamal, billetes de $50.000, o el puesto para su primo o amigo. Es posible que ante esa situación, ocurra que en su mente se hagan las conexiones neuronales necesarias para que usted lo comprenda, para que encuentre la relación entre la mala administración de los recursos, las interminables filas de las EPS y el voto que deposito en la urna. 

Mientras lo anterior ocurre, Carolina, la protagonista de este relato, se levantó a las 4 de la mañana, se bañó, desayunó, se dejó peinar sus colitas chilindrinas, se puso su nuevo saco rosado y salió a esperar el primer chivero que llega a su vereda. Ella vive en La Meseta de Girardota con su familia que se dedica a la agricultura, y para poder llegar a la EPS a coger uno de los cien fichos que reparten a diario a las 7 de la mañana, le toca madrugar. 

Esta vez, y gracias a que corrieron mucho, les toco en el puesto 64. Los que están antes del puesto 50, hacen fila desde las 4 de la mañana. Personas en situación de discapacidad, madres con niños más pequeños que Carolina, adultos mayores con caminadores que les cuesta mantenerse de pie o sentados en la incómoda acera, personas visiblemente enfermas, preocupadas, resignadas, indignadas, con hambre, frío… en síntesis, la perfecta encarnación de lo que Marx visionó como el proletariado. 

Pareciera que lo anterior fuera suficiente para evidenciar el teatro del absurdo que es el sistema de salud colombiano, pero hay más y se pone peor: cuando Carolina llega por fin a reclamar su ficho, una funcionaria de Savia les informa que el sistema “está caído”, “que es una falla a nivel nacional”, que “no saben a qué hora se arregle”, que “posiblemente no sea hoy o posiblemente sí”, que “no es culpa de ella”, que “a ella le da mucho pesar ver que pierden la madrugada y la fila, pero que no puede hacer nada”, que “toca esperar”, que “si no se arregla, los cien turnos de hoy se juntarían con los cien de mañana y por eso les toque madrugar más”. La semana anterior ya se había presentado la misma falla y para muchos, entre los que se cuenta la mamá de Carolina, es la segunda vez que pierden la madrugada. 

Afortunadamente aquel día el sistema fue mágicamente levantado de su caída, se arregló. Carolina esperó hasta las 11:45 a.m., sin dormirse en la silla blanca dentro de la improvisada y caliente sede de Savia-Régimen subsidiado, comiendo mecato, jugo y confites hasta que la funcionaria llamó: ¡64! y su madre pudo finalmente entregar los papeles y Carolina sonreír cuando supo que por fin se irían. Otras personas que habitan en veredas aún más lejanas que la de Caro (por ejemplo, La Holanda parte Alta) les tocó aguantar el hambre hasta después de la 1 p.m. dado que de 12 m. a 1 p.m es el sagrado horario de almuerzo de las funcionarias de la EPS. La foto en la sede de Savia se repite día tras día desde que comenzó a operar.

Con las historias de las personas que hacen fila en el sistema de salud colombiano se podrían escribir mil libros de anécdotas como las de Carolina, o peores. Tal vez ocurra que Carolina sea esa mente sensata capaz de encontrar la relación entre sistema de salud, la administración de los recursos y el voto que algún día depositará en la urna.