13 ene 2014

La puerta al cielo




Por Bibiana Ramírez
Es verdad que en la catedral se puede estar más cerca al cielo y no necesariamente es con la misa, la hostia o el agua “bendita” (que ya baja bendecida desde la montaña ). 
A la entrada hay una gran puertecita que lleva al punto más elevado del pueblo. Al abrirse todo está oscuro. Afuera hay una luz matutina, niños y niñas en el atrio vestidos con trajes ceremoniales, posan para fotógrafos, reciben abrazos de familiares, se filan para entrar también en la iglesia y descubrir otra puertecita más espiritual.


Entro por la puerta de madera con cuidado, pues ahí mismo están las escalas que suben en espiral, casi infinita, hasta la torre, donde reposa el corazón de la catedral y donde se siente como pájaro en las alturas. Escalas muy pequeñas donde solo cabe medio pie y hay poca o nada de luz; al inicio hay unas ventanitas que dan al atrio, pero más arriba se acaban y por más que los ojos quieran ver, no ven nada, ven más los pies que son los que sienten cada peldaño de madera fina y antigua.

El cuerpo siente que se eleva, una sensación que no había experimentado. Es que subir a la torre es un privilegio para pocos. En esta ocasión pude hacerlo porque una de las campanas mayores está averiada y van a estudiarla para luego repararla.

Después de subir un rato, alumbrada por una linterna, veo un resplandor que me alegra, es muy brillante después de tanta penumbra. Llego a una parada donde están los 4 relojes alrededor y su motor en el centro. Es un tic tac que mide el tiempo y resuena en todo el espacio mostrando su fuerza, como el latido del corazón.

Las escaleras siguen, ya con plena luz, hasta llegar al campanario. Están las dos italianas que llevan la fecha de 1925 y menciona a un Petro Colbachini.

Sigue la espiral hasta los balcones de la torre. Allí la puerta se abre en su plenitud y todo se vuelve paisaje, alguno no muy agradable hacia las fábricas, donde todo es gris, polvo y aire denso. Otro hacia la montaña donde se ven muchos potreros pero se conserva aún un poco de vida. Y la mayoría que entretiene al ojo. Aquí están las evidencias. 

El descenso es más rápido y cuando veo el pueblo a la altura de mis ojos, siento que algo ha cambiado, queda el recuerdo de haber elevado un poco el espíritu, me siento distinta.


2 comments:

Anónimo dijo...

Interesante el pueblo, por lo menos desde tan alto no se ve tanto la corrupción

Anónimo dijo...

Lo interesante de este tipo de trabajos, es que Bibiana nos permite tener una perspectiva diferente de ciertas situaciones de Girardota. De resaltar la paciencia en los enfoques que permiten obtener todo ese detalle. Me gustan mucho sus fotografías. La felicito ademas por permitirse explorar y por darle riendas a la creatividad.