24 ene 2014

Mujica o la palabra




 Por Horacio  Múnera
América Latina tiene un político que da ejemplo de soltura  e inteligencia, de buena política. Lástima que la periodista española no lo vea como “un político” (tomando literalmente sus palabras). Muchos estaremos de acuerdo en celebrar la existencia del presidente uruguayo José Mujica y su palabra encantada.

Lo que se condensa en los 23 minutos de esta entrevista vale la pena degustarlo. La periodista, con ese vestuario a lo Bajos Instintos, no podrá mover las piernas durante los largos minutos que dure la entrevista (tensión).  Y al final dice: “no tenemos tiempo”, como si en serio no tuviera tiempo. Hay que desentumirse. Los españoles no tienen tiempo para oír al presidente de una republiquita ex colonial. No estimulan a los viejos como Mujica a la holgura de la palabra.

Pero extrañamente, la palabra de Mujica contrae el universo, expande los breves minutos en horas. Y recorremos grande distancia siguiendo su discurso. Es un actor natural  extraordinario, con algo de hombre salvaje. Fui pisoteado como un perro. Y ahora el azar, el destino, lo puso de presidente de los uruguayos. 

Es, al mismo tiempo, el embajador de un pueblo donde el presidente puede tomar café en cualquier cafetín y hablar con los amigos que encuentra por ahí, todo en la calle, caminando.  Y no como le toca al pobre Uribe, como un reo,  la gente les grita a los policías que lo cuidan: “¡lléeeveselo!”. Virgen del Carmen.

Parece que no tiene mucho poder Mujica, será su pueblo el del poder, su presidente es apenas un hombre. Los uruguayos lo elevaron a la dignidad de ser su primer mandatario por el placer de tenerlo hablando por ahí y desplegando su sabiduría, apenas humana, embajador de la palabra. 
La guerra le parece prehistoria. Y la paz en Colombia una preocupación. Mujica pone a hablar al mundo. Y lo hace al mismo tiempo vibrar en otra frecuencia, una más alta. Recuerda el espectador, inspirado, esos versos del poeta de Santa Rosa de Osos, Miguel Ángel Osorio, Porfirio Barba Jacob:  
Tú, que sobre las hierbas reposabas
de cara al cielo, dices de repente:
“¡La estrella de la tarde está encendida!”
Ávidos buscan su fulgor mis ojos
a través de la bruma, y ascendemos
por el hilo de luz...
Barba Jacob para hechizados, “La estrella de la tarde”.