Por Horacio Múnera
América Latina
tiene un político que da ejemplo de soltura e inteligencia, de buena política. Lástima que la periodista española no lo vea como “un político” (tomando literalmente sus palabras). Muchos estaremos de acuerdo en celebrar la
existencia del presidente uruguayo José Mujica y su palabra encantada.
Lo que se
condensa en los 23 minutos de esta entrevista vale la pena degustarlo. La periodista, con ese
vestuario a lo Bajos
Instintos, no podrá mover las piernas durante los largos minutos que dure
la entrevista (tensión). Y al final dice: “no
tenemos tiempo”, como si en serio no tuviera tiempo. Hay que desentumirse. Los
españoles no tienen tiempo para oír al presidente de una republiquita ex
colonial. No estimulan a los viejos como Mujica a la holgura de la palabra.
Pero extrañamente, la palabra de Mujica contrae el universo, expande los breves minutos en horas. Y recorremos grande distancia siguiendo su discurso. Es un actor natural extraordinario, con algo de hombre salvaje. Fui pisoteado como un perro. Y ahora el azar, el destino, lo puso de presidente de los uruguayos.
Es, al mismo tiempo, el embajador de un pueblo donde el presidente puede tomar café en cualquier cafetín y hablar con los amigos que encuentra por ahí, todo en la calle, caminando. Y no como le toca al pobre Uribe, como un reo, la gente les grita a los policías que lo cuidan: “¡lléeeveselo!”. Virgen del Carmen.
Parece que no tiene mucho poder Mujica, será su pueblo el del poder, su presidente es apenas un hombre. Los uruguayos lo elevaron a la dignidad de ser su primer mandatario por el placer de tenerlo hablando por ahí y desplegando su sabiduría, apenas humana, embajador de la palabra.
La guerra le parece prehistoria. Y la paz en Colombia una preocupación.
Mujica pone a hablar al mundo. Y lo hace al mismo tiempo vibrar en otra
frecuencia, una más alta. Recuerda el espectador, inspirado, esos versos del poeta de Santa
Rosa de Osos, Miguel Ángel Osorio, Porfirio Barba Jacob:
Tú, que sobre las
hierbas reposabas
de cara al cielo,
dices de repente:
“¡La estrella de
la tarde está encendida!”
Ávidos buscan su
fulgor mis ojos
a través de la
bruma, y ascendemos
por el hilo de luz...
Barba Jacob para hechizados, “La estrella de
la tarde”.
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