Por: Bibiana Ramírez
Las pocas veces que he visto a Wilson Obed Córdoba, lleva en
sus manos un cuaderno, una libreta y un libro. También una boina que contrasta con
su ropa sobria y clásica. La libreta está llena de poemas que ocasionalmente lee a algún amigo, poemas para esa mujer que llena sus días de flores y amores. No tiene aspecto de operario de una fábrica, sino de artista, con una sonrisa clavada en el rostro.