19 dic 2011

El incógnito de la mirada de piedra



Por Estefanía Carvajal Restrepo 

En el parque principal del pueblo del Señor Caído hay un hombre ilustre que día y noche observa con mirada de piedra a los transeúntes, chirrincheros, ancianos y palomas que habitan el lugar. A pesar de que es un personaje famoso, reconocido nacional e internacionalmente por su buena labor como presidente, la mayoría de los girardotanos, a excepción, quizás, de los más viejos, ignoran que el busto que reposa sobre el trono de cemento gris continuo al quiosco nuevo tiene un nombre y una historia. Ensueño que esa es la causa de la expresión preocupada del estático rostro de Enrique Olaya Herrera. No sé si es por descuido o por precaución, pero en la base del torso del liberal no hay inscripciones, ni fechas, ni apellidos.



“Ese busto parece que lo montaron como en el 42”, comenzó a relatar el historiador Juan de Dios en la improvisada tertulia que fue para los presentes, León Hernández y Leticia Osorno, una oportunidad para hablar con nostalgia del poblado de antaño, y para mí, una foránea acogida fraternalmente por el municipio, el momento preciso para aprender sobre la historia política de Girardota y para intentar asimilar, olvidando los prejuicios de citadina, cómo es que funcionan las cosas en un pueblo. 

La estatua vaciada en cemento fue donada por Raúl Hernández Mesa y Onovio Londoño, ambos militantes del Partido Liberal. Después de la muerte de Gaitán en abril  de 1948, las disputas entre liberales y conservadores generaron una ola de violencia en todo el país, y Girardota no se salvó. En las noches, los conservadores, que aún hoy son mayoría en el pueblo, le colocaban gorras y ponchos azules o cuzcas de cigarrillos al busto de Olaya Herrera, y al otro día en la mañana los liberales se enfurecían y exclamaban “¡Godos hijuetantas!”. Los sábados por la noche y los domingos en las tardes eran los días predilectos para las disputas políticas. “Aquí no arrancaban cabezas, pero sí hacían planchazos”, recuerda el viejo Raúl. Entre copas y consignas, los hombres afiebrados por dos partidos políticos, cuyos caudillos hoy en día se estrechan las manos, juraban fidelidad a las banderas roja y azul.

Cuando estaba de alcalde el conservador Carlos Jaramillo Vieira, y las peleas en el pueblo por la estatua de Olaya se hacían cada vez más absurdas y más constantes; los godos Belisario, Pablo y Toño, sin mencionar apellidos para no herir susceptibilidades, decidieron arrancar el problema de raíz. Le ofrecieron a “Balazo”, un liberal que estaba en la cárcel por borracho y peleador, la libertad a cambio de tumbar el polémico busto. Sin más testigos que los cómplices de tal fechoría y la negrura de la noche sin alumbrado público, “Balazo” derribó el torso de Enrique Olaya Herrera sin que éste se quebrara, y lo arrastró, con ayuda de la volqueta modelo 46 de Pepito, por toda la calle sexta, que en ese entonces era empedrada, hasta la carretera y finalmente lanzó la cara grisácea desde el puente de la entrada de Girardota al río Medellín.

Al otro día, al ver los liberales el pedestal sin el ex Presidente, inundaron las calles con banderas rojas, vituperios a los godos y hurras a Olaya Herrera. Tres días después, augurio del pueblo sin memoria, los girardotanos olvidaron el suceso.

Años más tarde, Narciso Sierra, oriundo de Girardota y liberal, encontró la estatua de Olaya durante una excavación en el río Medellín y la guardó en su finca de la vereda La Palma. Fue todo un descubrimiento para los aficionados al partido rojo que creían perdido el monumento. Los liberales del municipio sacaron el busto y lo exhibieron sobre una mesa con mantel rojo en el Palacio Municipal. Después, en una de las tantas remodelaciones del parque principal, fue construida una de las tantas bases sobre las que ha reposado el rostro de ceño fruncido y sonrisa de mona lisa que, hasta el sol de hoy, vigila como incógnito -sin inscripciones, sin apellidos y sin fechas- a los católicos que van a misa, a los borrachos que reciben los primeros rayos del sol sentados en una banca y a los enamorados que atraviesan el parque cogidos de la mano.



4 comments:

Anónimo dijo...

excelente! me resuelve muchas dudas...

Anónimo dijo...

tambien esta estatua fue bañada con pintura en una de esas noches solitarias, por el sectario godista JAIME ROJAS que es uno de los escoltas de FERNANDO ORTIZ, este señor rojas es de lo peor para hacer politica en Girardota, pasquinero y disociador es falso

Anónimo dijo...

Bueno pero eso de que soy liberal o conservador, eso es historia puesto que esos colores se destinieron por la ambicion de poder y dinero, por que en el pueblo hay muestra de eso y si miren a Alfonso Gutierrez, Luis Carlos Arenas, los Pizas, Joaquin Burro y otros más que apoyanron la campaña concervadora de Martin a la alcaldia y la Gobernacion de Alvaro Vasquez que es goda 100%.

Anónimo dijo...

muy bonita crónica, eso de arrojarlo al río y luego rescatarlo... parece Macondo y no girardota.