29 jun 2012

Un operario inquieto



Por: Bibiana Ramírez

Las pocas veces que he visto a Wilson Obed Córdoba, lleva en sus manos un cuaderno, una libreta y un libro. También una boina que contrasta con su ropa sobria y clásica. La libreta está llena de poemas que ocasionalmente lee a algún amigo, poemas para esa mujer que llena sus días de flores y amores. No tiene aspecto de operario de una fábrica, sino de artista, con una sonrisa clavada en el rostro.

Wilson nació en Amalfi en 1975. Estuvo rodando por muchos pueblos con su familia. Llegó a Girardota hace 24 años. Creció en el campo y trabajó la tierra. Es el mayor de sus hermanos. Fue poco el amor que recibió de sus padres, esto se convirtió en un conflicto de adolescencia. Empezó a trabajar desde niño y creció muy solo. Terminó el bachillerato estando ya adulto, porque en la infancia no era apoyado y su padre le decía que no servía para nada. Cuando niño demostraba aptitudes para el dibujo y las manualidades, pero no fue acompañado en ese proceso. Se ha dedicado a varios oficios: albañil, artesano, operario de producción, entre otros. 

Llegó a Enka de Colombia hace nueve años y medio. Su vida se tornaba tediosa, se había casado, pero más por el afán de tener seguridad y algo concreto en su vida. Se separó hace seis años. Entró a esta fábrica y allí todo cambió. No es un trabajador resignado, sino conectado con su oficio. Es operario y ha pasado por muchos puestos, se ha recorrido casi toda la fábrica. Hay puestos que son más duros y no permiten un minuto de distracción, este que tiene le permite pensar más y descansar. También reparte los tintos en el horario de la mañana, es bombero y “todero”.

Son muchos los trabajadores que no hablan bien de su trabajo, sobre todo si es en una fábrica. Pero Wilson no habla mal de Enka y sí agradece estar allí, porque ha conocido seres que le han mostrado caminos, que le han despertado el sentido artístico. Desde hace cuatro años Wilson ha empezado a pintar y a dibujar. Todas las ideas que le surgen las pone en el papel inmediatamente, sin importar lo que esté haciendo.

Estar en la empresa no es un sacrificio, lo asume como algo cotidiano que va a permitir solventar las necesidades económicas. Vive con su madre y tiene un hijo al que le da su cuota para la alimentación. Son ocho horas laborales que se van rápido. Prefiere el turno de 6 am a 2 pm porque le queda la tarde para dedicarse al arte, aunque vive en el arte siempre. En momentos libres en la empresa escribe poemas, oficio que despertó hace pocos cuando conoció a una mujer que lo inspiró, y desde eso no ha parado de escribir.

En las mañanas sale caminando para la empresa. Es un camino de inspiración, para despejar la mente y conectarse con la naturaleza. Desde hace muchos años es visitador de museos y de bibliotecas, allí ha encontrado claves para definir su propio estilo. 


Después de la fábrica, pasa el tiempo en la biblioteca leyendo, estudiando y escribiendo. El año pasado tuvo una exposición de pintura allí. En la presentación que le hizo Julián Ospina a dicha exposición dice: “Obed encuentra en el universo de los colores una alternativa para plasmar la inmensidad del sentimiento, las complejidades psíquicas del espíritu, lo que lo maravilla y lo hiere, lo que ama. Pintando accede a aquellas regiones del cosmos, externas o internas. Allí, de acuerdo con su decir, la palabra no alcanza”.


Lo que sí tiene claro de su trabajo en la fábrica es que quisiera estar en otro lado, haciendo lo que quiere: arte. Quiere ser independiente. Lo sorprende que una semilla sea arrojada a la tierra y germine. “La caricia de una mujer me abre puertas internas, porque en la infancia recibí muchos golpes que las cerraron”. 


Wilson quisiera estudiar artes plásticas “pero muchas personas me dicen que la academia lo esquematiza a uno y el arte no se enseña, se vive”.

Al vivir en el arte, no tiene obstáculos y la empresa pasa a un segundo plano. El oficio de operario, obvio, es mecánico y rutinario, pero para eso tiene otra vida más activa fuera de allí. 

Algo que le molesta de estar en la empresa es que se encuentra con muchas personas que se quejan todo el día y por todo, “lo desprecian todo, que la comida, que el  encierro, que las máquinas, que los compañeros, el ruido, sabiendo que necesitan estar allí, yo necesito estar en la fábrica y no es sano quejarse tanto”.
A la espera. Pintura de Obed

Ha encontrado que también se vive el arte dentro de la fábrica. Hay escritores, músicos, pintores, trabajadores que no se limitan y no entregan su vida a otros. Wilson se prepara para salir de allí teniendo una vida concreta en el arte.


Hace días se fracturó un dedo de la mano derecha con una puerta de su casa. Está incapacitado. Estos días los ha aprovechado yendo más a la biblioteca, conversando con los amigos y escribiendo temblorosamente con la mano izquierda. 


Un poema de Wilson Obed.



                          TE BUSCO.
            
                          Las calles llenas de colores,
                          formas y bullicio
                          te envuelven y te 
                          mimetizan igual que un
                          camaleón en medio de 
                          una rama en primavera.
                          Los gritos sórdidos de 
                          mendigos , los ladridos
                          agudos de los perros y
                          el pregón de un ventero
                          ambulante que anuncia 
                          estampitas de Marca 
                          Auxiliadora apagan  
                          desesperadamente mis 
                          gritos al llamarte.
 
                          Impotente te veo alejar
                          en ese mar de ríos que
                          te lleva en una corriente
                          despiadada que parece no
                          sentirse, pero es tan real
                          como la vida misma. Y cuando
                          creo tenerte a una yarda
                          de distancia, un maniquí
                          vestido a la moda frustra
                          mi felicidad, maldito maniquí,
                          con tus curvas y tu color de piel.
                            


7 comments:

Anónimo dijo...

no hay una vida humana tan dura como para que la poesía no pueda penetrarla, llenarla de sentido y magia. sin eso, es pétrea la vida, cosa de objetos, cuestión de máquinas... que un operador tenga esos impulsos poéticos da algo de esperanza, "creced y multiplicaos", dijo el señor, a alguien le corresponde cantar a las fábricas, como pessoa, en su "oda triunfal", el poderío lúgubre de las chimeneas! pero no solamente a las fábricas! tiene mucho que cantar y luchar el obrero, pero que una su canto a la lucha, para que sea terrenal esa poesía, y no solo un canto alado a las fuerzas invisibles y a los ideales de siempre... no se trata de afiliar el poema a un sindicato, sino de fundir esa voz naciente a la voz de sus hermanos los obreros... no se meta a estudiar arte, por dios, mejor, no prive a sus amigos obreros de su pacífica compañía, de sus versos, de la posibilidad de una sonrisa...

Anónimo dijo...

Bella y vital semblanza.

Anónimo dijo...

La rutina no es pasar por el mismo camino todos los días, saludar a la misma gente, montarse en el mismo bus y trabajar en la misma empresa. La rutina es que en ese camino, en esos saludos, en ese bus o en esa empresa, cada día, no podamos encontrar algo nuevo.

Anónimo dijo...

Es cierto que el arte permite escapes de la cotidianidad, pero no se pueden negar las injusticias de las empresas.
Me alegra que haya este tipo de personajes metidos allí porque así logran un equilibrio entre en infierno y el cielo

Anónimo dijo...

pa cada dia me llenas mas de orgullo att:tu hijo Juan Alberto.

Anónimo dijo...

Los que hablan de injusticias, no tienen ni idea de como hacer dinero. Y no sólo eso. Tampoco saben como hacer algún bien a los demás. Su frustración encuentra escape en la crítica por la crítica y nada más. Si sabes cual es la verdad, porque tu cuenta bancaria no refleja tu inteligencia? No es falta de oportunidades. Es falta de talento.

Anónimo dijo...

Felicitaciones. Tu padre es un hombre sensato que no se dejó casilllar por el periodista en una crítica de izquierda. Ma alegra que existan personas con los pies en la tierra y que tengan la sensibilidad de soñar.