Crónica sobre la noche del 15 de febrero

La cagada

Unos minutos antes de entrar al apartamento de Doris, había recibido en una casa vecina galletas con aguapanela. “Estaba pidiendo” por la 21A, en el barrio Juan XXIII, fue lo que respondió cuando María Isabel lo sorprendió con el televisor en las manos.

La reja del primer piso estaba abierta. Acostumbran cerrarla al entrar o salir, pero esta vez alguien lo olvidó. Ese fue el momento que el ladrón aprovechó para subir hasta el tercer piso y entrar hasta el balcón, que da con la ventana del apartamento de Doris.

Antes de ingresar, se cagó en el balcón. Retiró con harto cuidado las celosías (ni una sola apareció quebrada) y se metió a buscar cuanta cosa de valor pudo encontrar. Por suerte no halló dinero, sólo algunas joyas, un celular, aretes, el televisor y un DVD. ¿Cómo sacó todo eso?... no pudo sacarlo. En la puerta se topó con el hermano de María Isabel, la vecina, a quien llamaremos Carlos.

El ladrón, al percatarse de la presencia de Carlos, justó cuando cruzaba la puerta de la habitación de Doris, que abandonaba con aparatos en mano, hizo una extraña actuación como de quien se despide: “hasta luego y muchas gracias, que esté muy bien”.

Carlos sospechó y corrió a comentarle a María Isabel, quien de inmediato salió a mirar lo que pasaba, pues sabía que Doris no estaba en casa. El ladrón, al verla, le solicitó que le abriera la puerta, porque ya se iba (la puerta solo abre desde adentro con llave). Lo habían dejado encerrado “mientras pedía comida”, se explicó. María Isabel se percató del televisor que tenía oculto a la vuelta de las escaleras, así que fue a llamar a su hermano, quien no dudó en bajar y comenzar a golpear al ladronzuelo. 

En las escaleras se armó una trifulca entre María Isabel, su hermano, su mama y el ladrón. Este último amenazó con “dañarlos”, alzando un puñal. Forcejearon con él un momento, hasta que el desespero lo obligó a tirarse desde el balcón del segundo piso. Carlos, y otros que se encontraban motorizados por ese sector, salieron a corretearlo.

La de Troya Troya…

Lo persiguieron por el Juvenclub, bajó hacia el barrio La Florida, y se metió por el segundo callejón que está a lo largo de la calle principal. Alcanzó un techo, escalando a través de una ventana. Y con suerte pudo colarse a un patio, donde luego pudo refugiarse bajo una cama. Los vecinos ya estaban alertados. Montaron guardia por todos lados, para evitar que escapara. Hasta que llegó la policía porque la gente, afuera de la casa, quería “darle una pela al muchacho”

Se trataba de un menor de edad, y la policía debía garantizar la integridad del joven, porque ese es su trabajo, decían los Policía. A María Isabel la llamaron para que identificara al ladrón, mientras la policía esperaba refuerzos para sacar al pilluelo escoltado, y así evitar que lo lincharan.

Pasaron cerca de 90 minutos, hasta que llegó una jaula con Policías desde Barbosa. Cuando fueron a sacar al “infractor” la gente se le fue encima a tratar de asestarle golpes, a lo que la policía reaccionó violentamente dando culetazos de fusil a cuantos alcanzaran. No importaba si fuera niño, señora, anciano, etc. Muchos que estaban de curiosos recibieron lo suyo. Situación que enfureció más a la comunidad, desencadenando un enfrentamiento en el que no faltaron las piedras contra los patrulleros.

Entre la confusión sonaron disparos. Cuando la patrulla logró adelantarse un poco para salir del atolladero, uno de los policias, que corría tras la patrulla, disparó varias veces al aire, y otro, mirando al frente, con su mano izquierda vuelta hacia atrás, hizo unos disparos, hiriendo en el hombro a Derlinton Villa, de 21 años de edad, y rozando en el brazo a otro de los curiosos. Los dos solo estaban observando.

La policía pudo escapar, sin percatarse del herido que habían dejado atrás. En caravana, la gente subió con Derlinton hacia el hospital. En el camino se toparon con la Policía, quienes –por lo visto- entendieron que la trifulca continuaba.

Arde Girardota

Entendiendo esto los agentes, y con el arribo milagroso de los fortificados ESMAD, sin saber que la multitud iba en compañía del herido, comenzaron a disparar gases lacrimógenos otra vez a diestra siniestra. 

Lo que comentan los testigos es que la gente se enfadó por la forma tan brusca en que reaccionó la policía. Primero ofreciendo un coctel de culetazos, luego disparando al joven curioso, por último dando gases no sólo a los que estaban en el hospital, sino también a los que dormían en sus casas. Otro testigo nos narró como tuvo que salir con su hijo en brazos, corriendo porque se le estaba asfixiando con los gases que amablemente repartían los agentes.

Un señor, tratando de explicar a un agente del ESMAD la situación, como respuesta obtuvo un contundente “agarren a patadas a todos esos hijueputas". No cabe duda que un titulo opcionado para esta crónica es “brutalidad policial en Girardota”.

Me permito dudar de lo que dijo el comandante de la policía metropolitana, cuando afirmó, en Hora 13 noticias, (ver entrevista) que “la gente estaba protegiendo al ladrón” y que había gente en el barrio, distinta a la policía, haciendo disparos a la loca.

A la fecha (21 de febrero), Derlinton se encuentra en su casa, incapacitado, con una bala en su cuerpo. No se la han podido sacar porque tiene el hombro inflamado.

Las fuentes de esta crónica son todas de personas que presenciaron o participaron en los hechos. Algunos nombres han sido cambiados u ocultados por solicitud expresa de los protagonistas. 

Son bienvenidas más versiones sobre los hechos.