11 mar 2012

La sombra del gigante

Samán en la manga de Don Bernardo


Por Bibiana Ramírez
Al árbol de la infancia

Crecí viendo Samanes en el parque de mi pueblo natal, Andes. Es común que en estos pueblos del suroeste de Antioquia, el parque esté lleno de estos frondosos árboles. Allí hay cuatro, distribuidos en las cuatro esquinas. El parque de Hispania, otro municipio en el sur, tiene unos 8 Samanes, formando un techo gigante que lo cubre todo. Cuando me vine a vivir a la ciudad, los dejaba de ver y empezaba a extrañarlos. Conocí a Girardota y me sorprendió ver uno en el parque, ya viejo y un poco descuidado.
Samán en el parque de Andes

El Samán (Samán Pithecellobium) es un árbol originario de América tropical, desde el sur de México hasta Perú, Bolivia y Brasil. Crece entre 0 hasta 1500 metros sobre el nivel del mar, en zonas secas y húmedas. Es un árbol gigante que puede alcanzar 30 metros de altura, su copa amplia y extensa puede lograr unos 80 metros de diámetro y en el tronco, cinco metros de diámetro.

Cierta vez, en un viaje al Cauca, pude ver el Samán más grande que nunca hubiera imaginado. Estaba en Santander de Quilichao, cubría todo un parque y se necesitaban unas veinte manos enlazadas para darle la vuelta. Lo observaba y me veía pequeñísima dentro de tanta inmensidad, a su lado pasaba un río donde todos nos bañábamos. Jamás he visto otro Samán igual.

Es conocido como el Árbol de la lluvia porque cierra sus hojas cuando hay lluvia permitiendo que ésta pase con facilidad a través de la copa, también por el jugo de las chicharras que se desprende de sus hojas. Es muy sensible al cambio de clima. No tolera el frío. Requiere riegos cuando joven, siendo más resistente a la sequía de adulto.

Se multiplica por semillas o por estacas. Evita la erosión y favorece la penetración y almacenamiento del agua de lluvia en el terreno. Enriquece el suelo en cuanto al contenido de nitrógeno por las bacterias que viven en simbiosis con el Samán. Se obtiene una producción abundante de pastos debajo del árbol, con mayor contenido proteico que aquellos que se desarrollan a campo abierto. Le proporciona gran sombra al ganado y a los humanos. Contribuye a purificar el aire y a crear un ambiente favorable para el desarrollo de la fauna y la flora. Puede durar más de 500 años.

Las vainas que produce el Samán, tienen un alto contenido de proteína, un 15%, lo que quiere decir, que en cuanto a proteína, alimenta casi el doble que el maíz que apenas tiene un 9 a 9.5%.  Medicinalmente se ha empleado contra dolores de cabeza y diarreas. La mejor época para la recolección de las semillas son los meses de febrero a marzo. Los frutos sirven de alimento para el ganado.

En Girardota hay tres en la manga de don Bernardo, muy bien cuidados y resplandecientes. El del parque, con la construcción del kiosco nuevo, lo han arrinconado, le han cortado gran parte de sus ramas y cada vez se ve más oscuro y triste, seguramente no estará a gusto con la música que ahí ponen y el poco amor que le dan.

Sus flores son de color blanco y rosado, con numerosos estambres. Las vainas pueden molerse y fermentarse en alcohol. De hecho, una bebida similar al jugo limón puede prepararse de la pulpa.
Siempre imaginé una casa del árbol en un Samán. Sus ramas, con una arquitectura perfecta para la casa, me ponían a divagar por horas, divagando cómo sería. Nunca he podido trepar a uno, porque exceden el tamaño para este objetivo. Ahora tengo uno que es bebé y que espera ser trasplantado. Se irá para Juan Cojo, en una de sus mangas crecerá y tal vez, algún día, haga mi casa en sus ramas.

Detalle del tronco
Un poema de Andrés Bello (1780 - 1865),  Poeta, filólogo, educador y jurista, venezolano. El Samán es el árbol insignia de Venezuela.

A un Samán.

Árbol bello, ¿quién te trajo
 a estas campiñas risueñas
 que con tu copa decoras
 y tu sombra placentera?
 Dicen que el dulce Dalmiro,
 Dalmiro aquel que las selvas
 y de estos campos los hijos
 no sin lágrimas recuerdan,
 compró de un agreste joven
 tu amenazada existencia;
 en este alcor, estos valles,
 viva su memoria eterna.
 Del huérfano desvalido,
 de la infeliz zagaleja,
 del menesteroso anciano
 él consolaba las penas.
 Extiende, samán, tus ramas
 sin temor al hado fiero,
 y que tu sombra amigable
 al caminante proteja.
 Ya vendrán otras edades
 que más lozano te vean,
 y otros pastores y otros
 que huyan cual sombra ligera;
 mas del virtuoso Dalmiro
 el dulce nombre conserva,
 y dilo a los que pisaren
 estas hermosas riberas.
 Di, ¿de tu gigante padre,
 que en otros campos se eleva,
 testigo que el tiempo guarda
 de mil historias funestas,
 viste en el valle la copa
 desañando las tormentas?
 ¿Los caros nombres acaso
 de los zagales conservas
 que en siglos de paz dichosos
 poblaron estas riberas,
 y que la horrorosa muerte,
 extendiendo el ala inmensa,
 a las cabañas robara
 que dejó su aliento yermas?...
 Contempló tu padre un día
 las envidiables escenas;
 violas en luto tornadas,
 tintas en sangre las vegas;
 desde entonces solitario
 en sitio apartado reina,
 de la laguna distante
 que baña el pie de Valencia.
 Agradábale en las aguas
 ver flotar su sombra bella,
 mientras besaban su planta
 al jugar por las praderas.
 Del puro Catuche al margen,
 propicios los cielos quieran
 que, más felice, no escuches
 tristes lamentos de guerra;
 antes, de alegres zagales
 las canciones placenteras,
 y cuando más sus suspiros
 y sus celosas querellas.


3 comments:

Unknown dijo...

Muy lindo tu relato paisana. Un abrazo

Taloso dijo...

Que bonito homenaje a este árbol tan noble.

Antonio Cifuentes Mera dijo...

Un comentario muy completo que nos causa emoción a los quilichagüeños. Gracias.