Por Nelo Solo
Cita 1: “Eso podría haber provocado entre los malquerientes del exdirector Rodrigo
Fernández un enorme malestar…”.
Ospina, Luis
Fernando. “De buena fuente”. El
Colombiano. Medellín, 5 de febrero de 2012, p. 2a.
Cita 2: “Por docenas han muerto. A algunos les ayudamos a mal morir […] Don Rufo, dueño del único café, malduerme contra el mostrador […] ‘El Gitano’ me nombran, por mal mentao”.
Mejía Vallejo,
Manuel. “Palo Caído”, en Cuentos de zona
tórrida. Bogotá, Procultura, 1986, pp. 13-20.
Cuando el
adjetivo mal determina a un verbo o a
un sustantivo pierde su carácter adjetival y se convierte inmediatamente en
sustantivo o en algunos casos en verbo (como en malgastar, maldecir o
malversar). Al dejar de ser adjetivo pierde también la posibilidad de
escribirse separado y de pluralizarse. En la cita de Ospina no se hubiera
podido escribir ‘el mal queriente’ ni ‘el mal estar’ y menos ‘los malos
querientes’ ni ‘los malos estares’.
Los
diccionarios están llenos de términos formados con el adjetivo mal. Uno de ellos es ‘malentendido’
(adjetivo + participio), con el significado de equívoco y mala interpretación. Los
diccionarios no dan los plurales de los nombres o sustantivos; si lo hicieran,
habría aparecido ‘malentendidos’: equívocos, malas interpretaciones (el
malentendido, como se sabe, es imputable al receptor a diferencia del
sobrentendido que lo es al emisor). Otros términos que dan los diccionarios es
el chilenismo ‘malura’, malestar, y el colombianismo ‘maluquera’, indisposición
(con su campo semántico ‘maluco’, que no se halla bien de salud y
‘maluquearse’, indisponerse o desmayarse por debilidad); luego vienen
sustantivos plenos no menos interesantes, como maloso, maleante, malandro,
malevo y malechor.
El cuento
“Palo Caído” de Manuel Mejía Vallejo sorprende por el uso prolijo del término mal, con casi todas la funciones
sintácticas. El efecto de sentido de “mal morir” no surge del adjetivo mal,
sino de su antónimo ‘buen morir’, lo usual en el idioma; el sentido de
“malduerme” es la conversión del adjetivo en verbo, para remplazar al adverbio ‘duerme
incómodamente’, no muy poético; y el sentido de “mal mentao” puede ser una
ampliación de los adjetivos ‘odiado’ e ‘indeseado’, injustamente asignados a
los gitanos.
Algunas
canciones populares incorporan la construcción mal + verbo, mal + participio y
mal + sustantivo. De las dos primeras da cuenta Javier Solís, en El malquerido: “Pobre de mí, porque al
quererla, me malquería / Soy malquerido, por la mujer, que yo más
quiero / Y esa mujer vive conmigo, queriendo a otro […] Soy malquerido,
pero dejarla, por Dios no puedo / Ay qué agonía, pobre de mí, ser malquerido”.
La tercera se escucha en la canción igualmente mexicana Consejos de una madre: “En las cantinas se da lo peor del mundo /
Decía una pobre madre a su hijo malviviente / Aunque rodeado te
encuentres de placeres / El vino y las mujeres, serán para perderte”.
A mí me suenan
innovadores los sustantivos ‘malqueriente’, ‘malviviente’ y ‘malpensante’,
derivaciones de mal + verbo + -nte: queriente, viviente y pensante, derivados
de los infinitivos querer, vivir y pensar, respectivamente. La revista El Malpensante es una de las pocas en
Colombia donde se puede encontrar, nítida, la esencia de lo que la psicología
cognitiva llama pensamiento divergente = pensar diferente. También me gusta el
Judío Errante, a quien aún no he conocido.
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