28 mar 2012

Historias de minifundio: Una de esas conversaciones que intentan cambiar el mundo



Por Daiana González y Estefanía Carvajal

Bajamos por la carrera 14, La Bolívar, esa que pasa detrás de la Catedral del milagroso Señor Caído. Se siente, se escucha y se huele la congestión de los últimos minutos del día y los primeros de la noche de viernes. Volteamos por la calle séptima como si nos dirigiéramos hacia el Parque Principal, pero en la mitad de la cuadra damos un giro inesperado para subir por el callejón favorito de los abuelos del pueblo: La Calle del Rin.


-Buenas noches, ¿usted conoce a don Gustavo Bohórquez?- preguntamos a un señor robusto, amorenado, de bigote poblado y sombrero campesino que estaba sentado en una de las aceras.
-¿Como para qué lo necesitan?

Le explicamos a don Gustavo cómo llegamos hasta él, y qué es lo que queremos: una simple conversación a la que después se nos une don Secundilo Córdoba, pequeño, delgado y sin bigote, pero sí con el sombrero campesino adornando su minúscula cabeza. Llegamos a pensar que en La Calle del Rin el sombrero es cuestión de etiqueta.

Don Gustavo es el representante de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos en Girardota, y Don Secundilo es miembro de la Asociación de Cultivadores de Cebolla. Son los primeros campesinos que encontramos que no tienen algo que ver con la Cooperativa de Campesinos. Y nosotras, periodistas, iniciamos la conversación con una pregunta prefabricada.

-Gustavo: Colombia es un país pensado arriba y ejecutado abajo sin ninguna integración con la comunidad. Si usted es joven no tiene experiencia y le cierran la puerta y los viejos que tenemos experiencia no tenemos tampoco acceso a nada. Hablando de las economías campesinas, las empresas producen mucho y el campesino trabaja  es por experiencia y costumbre que porque “mi abuelo  sembraba así”; pero hay que tecnificar esos saberes.
-Secundilo: Nosotros tenemos un problema grande y es que las grandes empresas y las multinacionales nos dejan sin poder trabajar, sin tener forma de competir. Traen una súper maquinaria que hace en dos horas lo que yo me demoro haciendo 4 días. Por ejemplo: yo voy a sembrar 200 palos de yuca, que es la capacidad que yo tengo para invertir; y llegan ellos, como lo han hecho, a sembrar tres millones de palos de yuca.
-¿Pero para qué?- pregunta Gustavo.
-Para ellos llevársela  y lucrarse de eso. Por lo alto, por lo grande. Mientras el pequeño bregue que bregue ahí con sus maticas, con sus pollitos y sus fruticas.
- Recuerde que uno es como piensa, si uno piensa  así, así es.
-No... Yo pienso en grande.
-¿Cómo llegaron los grandes?
-¡Ah! Robando, con unas conexiones,  yo no sé.
-Pero, ¿cómo hacían  nuestros abuelos antes cuando no tenían carne? “María Dolores: el mes que entra no tengo para comprar carne, échele maíz y yuca a los cerdos para matarlos.” Ellos tenían esa visión de abastecerse del campo y hay que volver a eso, es que esa es la función social de la tierra.
-Algo que también se ha perdido es el intercambio solidario, el ayudarse mutuamente- agregamos nosotras, las periodistas.
-Sí, eso es el trueque, que en otros países se da; pero yo las invito a ustedes a La Holanda que es un sector que conozco... allá no hay trueque de nada, ¿qué vamos a hacer? Yo cultivo cebolla y la cebolla me tiene arruinado- confiesa, algo exaltado, don Secundilo.
-Pero tienen agua- apunta con un índice en alto don Gustavo.
-Ah, sí. Si  van a llevar agua  hasta sobran canecadas... y agua buena.  Pero  ahora están levantando toda esta región con  empresas de químicos y están pegando allá, entonces la cebolla la aniquilaron, los brevos los aniquilaron. Uno se levanta por la mañana preguntándose “¿pero qué le pasa a este palo de brevos? ¿Qué le pasa a esta mata de cebollas? ¿Qué le pasa a esta cilantrera  que amaneció dormida? ¿Qué?” ¡El sistema! ¡Los químicos de por aquí!
-Pero entonces la pregunta de ellas es: ¿Eso afecta la economía campesina?- don Gustavo reitera la pregunta.
-¡Afecta la economía campesina!- exclama convencido el hombre pequeño.
-Pero es que también usted tiene que nutrir esa tierra.
-Mire: yo tengo mi cultivo de cebolla y es métale y métale abono, métale  fertilizantes y todo eso, y ella de pa’tras, de pa’tras, de pa’tras, donde  anteriormente daba y no había problema.
-¿Solución?
-¿Solución? No sé- responde cómicamente don Secundilo y estallamos todos en carcajadas.
-Ah, ese es el problema de los colombianos, saben los problemas pero nunca buscan soluciones.
-A ver, a ver. Nos metieron esas empresas químicas aquí a Girardota, entonces nosotros tenemos que salirnos de aquí a donde no haya ese problema.
-Es que de aquí no nos podemos ir, porque aquí nacimos y nos criamos, debemos tener un sentido de pertenencia con nuestra tierra. De aquí ni por el hijueputas nos vamos... nos vamos pero amañando- dice con decisión el más grande.
-Y entonces, ¿cómo hacemos para sacar esas empresas?
-Mire: se paga una tasa retributiva y mientras yo más contamino más impuestos le pago al Gobierno. ¿Cuánto nos paga el Gobierno por  hacernos ese daño ecológico a nosotros? Es que nosotros no hacemos más que sembrar y cultivar la tierra para el autoconsumo, y crear excedentes para que uno no se muera de hambre.
-Y eso no es recuperable. El daño que nos están haciendo en Girardota no es recuperable, no, no, no.
-El problema es que usted tiene ese suelo totalmente agotado, porque no sabemos sino sembrar y no cuidamos el suelo, y el suelo es un ser vivo: como yo. Entonces sembramos 50 años en el mismo predio el mismo producto, el suelo se agota: se le agotan los elementos mayores, se le agotan los elementos menores y la  tierra queda como un desierto, porque además de eso la contaminación es exagerada.
-Sí, cambiar de cultivo, voy a optar por eso. Claro, porque si usted se pone a comer todos los días arroz pues se cansa.
-Eso no lo enseñan en la universidad, mijo. En las economías campesinas hablan  mucho de la seguridad, pero cuando el ser humano tiene hambre, mata, roba, hace lo que sea. Cuando usted al animal no le hecha comida, se sale, eso lo tenemos claro. Aquí no hablemos de fusiles, un fusil vale veinte y punta de millones, con eso le hacemos una casita a una persona que no tenga. Hablemos mejor de la calidad de vida, y no pensemos que esto se va a acabar por las políticas de gobierno, por ese lado no es, es cuando la comunidad  crea en ella misma, eso es todo. Un congresista gana veintidós millones de pesos, ¿qué le va a importar su vida? Y un campesino en todo el día se gana 18 mil 900 pesos, ¿qué es eso?
-Trabajar un día para comer un día- afirma cabizbajo don Secundilo.
-Y la juventud: “no, que me voy a meter en esas cosas”. Es que partamos de una cosa: somos una sociedad de consumo. Y lo otro es que no hemos aprendido a querernos, eso es mentira que los colombianos se quieren, porque lo hemos tenido todo. Aprendamos a construir sociedad. Tenemos las mejores flores, la mejor carne, y la mejor carne que producimos los colombianos debe ser para exportarla, ¿y por qué?, y aquí nos comemos los huesos, ¿pero por qué? ¿qué políticas son esas? El ser humano, mis amores (nos mira a nosotras), se da lo que quiere, por cada litro de agua que gastamos contaminamos 150, pero porque la tenemos.
-Entonces, ¿qué creen que tenemos que hacer en Girardota para recuperar las economías campesinas?- volvemos a intervenir con otra pregunta, esta vez espontánea.
-No solamente en Girardota sino en todo el país, el cambio tiene que ser mental, si no cambiamos mentalmente ¿para qué le metemos plata? Saber que venimos a la tierra no a degradar lo que tenemos sino a dejarla para las futuras generaciones. Tenemos un país pensado únicamente como urbano, desarticulado para lo rural. Nos inventamos concursos y no sé cuántas cosas, ¿y el ser humano qué? ¿cómo está? Muy mal, muy mal. Ahí queda la inquietud- concluye don Gustavo, y con esas palabras también nuestra conversación. 


3 comments:

unojo dijo...

excelente crónica. mejor que un montón de informes y un montón de diagnósticos y un montón de técnicos... oigamos a los campecinos.

Anónimo dijo...

"y nosotras, periodistas...", ay parce, uno tiene que sudar mucho para autodenominarse.

Anónimo dijo...

que artículo tan mal escrito.. Esto no tiene corrección de estilo, por lo menos??