Nelo Solo
Cita:
“Como a usted le gusta tanto este puesto colóquese el cinturón”.
Letrero en un colectivo de Expreso Girardota, al frente del puesto
del copiloto.
El verbo ‘colocar’ tiene solo seis acepciones (usos), contra 32 de ‘poner’. ¿Por qué el hablante renuncia a las 32 acepciones de ‘poner’ y se apretuja y confunde con el uso de ‘colocar’? Una respuesta inusitada y simple es que las que ponen son las gallinas. Dijo gallinas: ahí esta la clave de la evasión.
En
los idiomas existe el fenómeno del rodeo o circunloquio, para evitar
nombres que afectan la moral del hablante o que le rememoran
situaciones desagradables. Una de esas es sentirse descendido en la
condición de humano al sentirse sujeto o predicado de acciones
animales. Parir es el caso evidente, al ser sustituido por ‘alumbrar’
o ‘dar a luz’. A este fenómeno se le llama eufemismo. Siguiendo
con los animales, ellos se besuquean o piquean, no se besan; se
aparean, no coitan; resuellan, no respiran; mascan, no mastican. Los
humanos, en fin, dan del cuerpo, ensucian, van al baño y, tiempos
ha, iban al cuartito; los niños de bien poposean. En uno de los
letreros de mi urbanización se lee que los perritos tienen derecho a
‘hacer sus necesidades” y yo la obligación de recoger (¿recoger
qué? ¿las necesidades? ¿los derechos?).
Pero
volvamos a las gallinas. Resulta que poner, que es lo que ellas
hacen, tiene implicada una parte del cuerpo que reaparece en la
onomatopeya cac-a-reo,
canto que se produce justo después de poner el huevo; es un canto de
descanso que recuerda el pliego de peticiones al Creador: “O nos
achiquita el huevo o nos agranda el culo”. Poner aparecerá luego
relacionada con una práctica sexual de los humanos llamada coito
anal para una pareja heterosexual o cac-orreo
para una pareja homosexual. A uno de los miembros de esa pareja se le
acusa de “poner culo”; o se elide el sustantivo, para que “lo
pone” sea más decente. Así que cuando uno pregunta que dónde lo
pongo, es recriminado y aleccionado de que debe decir es dónde lo
coloco.
Con
el cinturón de seguridad, tema del letrero del taxi, uno pudiera
inventarse una fórmula según la cual todo lo que toque o cubra el
cuerpo es objeto de postura y no de colocada: uno se pone las medias,
los zapatos, los calzoncillos, el pantalón, la camisa, el reloj, las
gafas, el sombrero, la correa y el cinturón de seguridad; y hasta se
pone loción. Nunca se coloca nada de eso. Y a propósito del cuerpo,
nuestras mamás le decían a uno frente a una decisión temeraria que
se pusiera (no que se colocara) la mano en el considere o en el
corazón y continuaban con ´póngase a pensar mijo…’ o ‘póngase
en su lugar…’.
Asimismo,
las acciones en las que está implicada la voluntad se expresan todas
con ‘poner’: cuidado, atención, ganas, todo el corazón, todos
los sentidos; nunca colocar cuidado, etc. También hay actos
involuntarios que cuando se expresan con ‘colocar’ resultan
afectados: se colocó rojo de la ira, se colocó nervioso por la
presencia del jefe, se colocó como una tatacoa al escuchar el nombre
de su exmarido.
Hay
un jueguito que creo que los bogotanos llaman pirinola y que el
Larousse
registra como perinola: peonza pequeña, con letras o números en las
cuatro caras, que sirve para jugar. El que yo conozco lo llamábamos
trompo y tenía más de cuatro caras; lo que quiero decir es que en
algunas de esas caras decía pon uno, pon dos, todos ponen. Se
imaginan ese juego con colocón uno, colocón dos, todos colocan...
O
se imaginan las locuciones (frases fijas) del español con el verbo
poner, refaccionadas con el verbo colocar. Ilustro con las tres que
trae Argos en su Gazapera
gramatical: ‘poner
pereque’, incomodar, fastidiar; ´poner sebo’, molestar,
fastidiar; y ‘poner bolas’, atender, determinar. Para ‘poner
bolas’ Argos se apoya en una coplita muy simpática: “Es campeón
de carambolas / campeón de retro y massé / pero no le pone bolas /
la muchacha del café”; diferente a Argos, yo creo que ese poner
bolas es ‘parar’, por aparar (las bolas o canicas, cuando alguien
las tiraba de jura). ¿Se acuerdan?
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