Identidad política municipal

Por Sergio Alejandro Henao

Creemos, como lo expresó el Señor Hernán Torres en la instalación de las sesiones ordinarias del concejo, que la democracia exige actitud deliberativa, y que el concejo es un espacio para que corra y se valore también la voz del pueblo, de los gobernados. Por eso fue importante el anuncio que hizo, según el cual, todo ciudadano tiene la posibilidad de hacer parte eventual de la corporación, participando a través de las comisiones que se conforman para estudiar los diferentes proyectos de acuerdo.

 Consideramos, como bien lo mostró el señor Torres, que la deliberación exige garantías, espacios de expresión y escucha, en condiciones de respeto y dignidad. Por eso, es justo que los ciudadanos sean respetados cuando queramos remitir nuestras inquietudes, protestas y peticiones. No creemos que haya cosas que, interesandole a la comunidad, no sean de competencia de aquellos que nos representan. Por insignificantes que sean nuestros problemas, o por pocos o estigmatizados que sean quienes las remiten. 

Ningún ciudadano debe ser condenado al ostracismo político, ni descalificado en su sentir o pensar. El concejal, a nuestro entender, se debe al pueblo, y siendo representante de una colectividad que lo elige, está llamado a mostrar altura en su criterio, ecuanimidad en sus decisiones y justicia en su actuar.

Entendemos, también, que algunos no ven en esto más que vacuos ideales (lo que no quiere decir que no podamos caminar hacia ellos). Por eso no quedó difícil comprender lo que Evelio Cadavid, agudamente, dijo respecto de la identidad política: Girardota no la tiene. 

Y si no tenemos identidad política, estamos en las tinieblas del pensamiento. Porque, sin tenerla, ¿cómo hemos hecho para ejercerla? La identidad política es sobre todo principios, ideales por los que luchar y defender, incluso, por encima de los partidos. Como bien lo sabe el presidente del Concejo, la constitución política, por ejemplo, es el ideal de estado que ponemos en común para fundar una sociedad.

Por eso los antiguos sabios occidentales, de cuyo saber mana nuestra idea de democracia, hace tiempo dijeron que la idea de política contenía las ideas de ética y moral, elementos indisociables de lo que entendieron como un saber, que permite orientar la acción del estado en beneficio de todos.

Así que la claridad del señor Evelio Cadavid, nos ha dejado al desnudo como sociedad, porque eso supone años de Gobernarnos a nosotros mismos a la deriva, y pruebas no faltan. Y si se precisa emprender actos que permitan recuperar el rumbo, creo que lo primero es pensar, refundar el pensamiento y los ideales.  Dar los pasos para sobrepasar nuestro estatus pre-político. Es saludable que los discursos trasciendan el orden administrativo y financiero, y se dé, también, en el terreno de lo ético y lo moral. De algún modo, en muchas sociedades ese ha sido el papel principal del periodismo.

No basta decir, como la Concejala María Cecilia Valencia y Marcos Echeverry: “yo tengo las manos limpias”. Hay que dar el debate, y entender que sus decisiones, como concejales, no les corresponden del todo. Tienen que tener claro que hablan la voz de muchos que los eligieron. 

Porque es en esa medida que todos somos culpables del criminal, del apátrida, del indigente, del corrupto, y hasta de lo que han llamado la “descomposición social”, que hiede desde los altos estrados ministeriales, hasta las mugrientas y tenebrosas calles donde se arrastran de noche los maleantes, los traficantes y las meretrices.

Girardota tiene que ser y pensar universal, y esa utopía tendría que realizarse primero en lo que llaman “políticos”, que en conclusión somos todos. La mentalidad municipal, de la que habló Carlos Castro Saavedra, nos ha dejado los límites demasiado cerca. Parece que el humo de todas las chimeneas del progreso que tenemos en el Valle, no permiten a algunos mirar el firmamento, y ver tras él las estrellas, que son más altas que nuestros presupuestos.